ESPECIAL ASÍ FUE CóRDOBA 2020

ASÍ FUE CÓRDOBA 2020 31

ABC

JUEVES, 31 DE DICIEMBRE DE 2020 abc.es

CAPATAZ DE CEMENTERIO FRANCISCO INFANTE

«ERA DIFÍCIL DECIR A LA GENTE QUE NO PODÍA ENTRAR»

LUIS MIRANDA CÓRDOBA

H AY unmomento en que a Francis- co Infante se le quiebra la voz. Y algo más: se le caen las lágrimas. Ya han pasado los peores momen- tos del confinamiento, pero recordar los peores es un mal trago. Francisco Infante es capaz de Cecosam, la empresa munici- pal de Cementerios y Servicios Funerarios Municipales de Córdoba, y ha tenido que pasar un disgusto muy grande cuando de- cía a los familiares, a veces muy cercanos, que no podían asistir al entierro de un ser querido. En los peores momentos del con- finamiento, sólo podía haber tres personas cuando depositaban el ataúd en el panteón o en el nicho. «He estado aquí todo este pe- riodo y era muy difícil decir a la gente que no podía entrar. Y cuando son mucha fami- lia, ¿qué le dices? ¿Quién se queda sin en- trar?», se lamenta. En pocos lugares como en los cemente- rios se notaron las normas para evitar el contagio del coronavirus, y él tenía que ex- plicar a una familia que llegaba muy doli- da unas normas que no había puesto, pero que tenía que hacer cumplir. «Y aquí tiene la prueba de lo que dolía», dice mientras se seca una lágrima. De quienes llegaban a dar sepultura a un familiar había gente que lo entendía y que hasta conocía las normas que tenía que aca- tar. «Lo aceptaban con resignación, y has- ta demasiado bien», admite. Por eso hasta se presentaban tres, y no había problemas. Otros no, otros se enfrentaban a los tra- bajadores y se rebelaban, hasta que entra- ban en razón. «Sí que es verdad que cuan- do había más gente lo entendían, pero hay familias de siete u ocho. ¿Quién pasa?», si- gue preguntándose. Lo mismo pasaba con los velatorios, que llegaron a prohibirse. O había que decir a la gente que se marchar- se, porque de noche el tanatorio se cerraba. Ahora la situación ha cambiado. Puede haber diez personas en el interior, en el ta- natario, y veinte fuera, y antes eran seis y diez, que tampoco era suficiente para algu- nas familias muy amplias. Otra cosa eran los abrazos. Los tiempos del coronavirus son de distancia interper- sonal obligada y eso impide el gesto de que dos personas se saluden estrechándose la mano. En los funerales era mucho más di- fícil, porque el trance de perder a un padre, a un hermano, a una esposa, es difícil, y se tiene que consolar con brazos y cercanía fí- sica. «Hay personas que han cogido sus dis- tancias siendo conscientes de todos, y se han respetado», cuenta.

√ HEMOS ESTADO SIETE PERSONAS PARA TODOS LOS CEMENTERIOS HAY QUIEN GUARDA LAS DISTANCIAS SOCIALES, PERO OTROS SE ABRAZAN

Francisco Infante, en el cementerio de Nuestra Señora de la Fuensanta

VALERIO MERINO

haber unmínimo de dos personas, con algo de ayuda si el ataúd en ocasiones pesaba demasiado. En la empresa municipal hay un proto- colo para actuar cuando haya algún falleci- do por Covid-19, y eso no ha sido infrecuen- te en estos meses. «Llevas un mono supe- rior, la mascarilla, las gafas con pantalla protectora, los guantes de látex y otros de neopreno que son más gruesos. Al termi- nar, excepto los guantes que se lavan con lejía, todo se destruye, y se fumiga el lugar por el que ha pasado la comitiva». Ahora la normalidad ha regresado en par- te, aunque siguen las restricciones, pero la experiencias de la fiesta de Todos los San- tos, y de los días anteriores y posteriores, ha sido buena, porque el sistema de cita pre- via permitió llegar a todos los que querían visitar las tumbas de sus seres queridos. La vacuna dirá cuándo habrán terminado las duras escenas de las despedidas mínimas.

Los trabajadores de Cecosam hablaban siempre con los familiares y les explicaban las normas, incluida la de la distancia so- cial, pero no podían pasar de ahí. Por que otros, sin embargo, sí que se han abrazado paramostrarse el dolor y el acompañamien- to. Y en ese momento, Francisco Infante sí confiesa que daban un paso atrás y no se atrevían a intervenir. Los trabajadores de Cecosam han afron- tado estos meses con la dificultad añadida de tener que hacer frente al mismo trabajo con menos personal, porque una parte de la plantilla, hasta la mitad algunas veces, era población de riesgo y se quedaba en casa. «Hasta siete personas para todos los cemen- terios, por turno. Con el capataz, ocho. Es complicado enterrar así, hemos tenido que desplazarnos de uno a otro, y lo hemos te- nido que hacer sin más remedio», dice. La limpieza se tuvo que resentir. Así tenían que afrontar inhumaciones en las que tiene que

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