ESPECIAL PASIÓN EN CÓRDOBA 2022

ÁLVARO CARMONA

L A mantilla no fue siempre como la conocemos hoy. Hay quienes piensan, aunque no es unáni- me, que pueden rastrearse antecedentes de ella en la moda andalusí. Pero cuando empiezan a configurarse como las actuales, es en el siglo XVI y XVII, véase ‘La dama del abanico’, de Velázquez. En esta cen- turia era muy frecuente el uso de amplios velos transpa- rentes para salir a la calle, ir a misa, al teatro, o a encuen- tros sociales. Estos velos protegían del sol, pues se evi- taba tener la piel morena, signo de poco rango social, e incluso maquillaban el rostro con solimán, una crema blanquecina. Pero había otra intención en el uso de es- tos velos o primeras mantillas: el anonimato. Un anoni- mato para entrar y salir sin tener que dar explicaciones de sus andanzas ni paseos. Esta moda, muy extendida entre las féminas, les permitía libertad de movimientos, siendo muy criticada e incluso prohibida en la época, sin que por ello dejara de practicarse. Una manera de usar el velo era cubriendo todo el rostro y dejando un ojo al aire, dando lugar así a la tapada, personaje recurrente en el teatro y literatura de la época. En el siglo XVIII los velos y paños para cubrirse siguie- ron en uso, pero se impone en la moda el estilo francés de Versalles, asumido por la corte y la alta alcurnia. Sin embargo, el pueblo reaccionó a este afrancesamiento con el majismo, o casticismo, es decir, defendiendo una ma- nera popular y española de vestir, que dará lugar al mo- tín de Esquilache en 1766. La mujer identificada al ma- jismo, la maja (manola, o petimetra), usaba, entre otras prendas, la mantilla, que en el Diccionario de Autorida-

des (1732) es definida así: «La cobertura de bayeta, gra- na u otra tela, con que las mujeres se cubren y abrigan; la cual desciende desde la cabeza hasta más debajo de la cintura». Como podemos ver, los tejidos no eran todavía los de hoy, de encaje y transparentes, aunque podían serlo, sino que se trataba de tejidos más sólidos y opacos, como la bayeta, una tela de lana de caída floja con la que, además de mantillas, se hacían ropas de eclesiásticos. Es decir, las mantillas ‘primitivas’ tenían una función de abrigo y protección que no tienen las actuales. En esta época la mantilla solía ser mayoritariamente negra y en verano podía ser blanca. No se especificaba nada todavía de su uso en Semana Santa, pues se usaba como prenda coti- diana. Tampoco se la relacionaba con la peineta, en este momento muy pequeña, prácticamente un peinecillo A mediados del XVIII la mantilla se identifica con las majas, mujeres populares caracterizadas por un despar- pajo, frescura y donaire opuestos al afrancesamiento de la moda aristocrática e ilustrada, por lo que la mantilla será vista cada vez más como rasgo de españolismo. Ello se acentúa con el auge del llamado traje nacional, el cual usarán las mujeres de todas las clases sociales para sa- lir a la calle e ir a misa. Consistía dicho traje en dos pie- zas: una basquiña (falda) negra y una mantilla, también negra. Estas dos prendas se usaban encima del vestido que llevasen debajo, de color y tejidos ricos en el caso de para sujetar el cabello. El traje nacional

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PASIÓN EN CÓRDOBA

LA MANTILLA: MODA, PROTESTA Y FIESTA

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