ESPECIAL PASIÓN EN CÓRDOBA 2022

C AÍA la tarde de un Lunes Santo sin pasos en la ca- lle cuando una cofradía impactó con una estam- pa en la que muchos vieron algo más que una for- ma de entronizar a su titular para un culto. En la Trinidad, el Santo Cristo de la Salud presidía la iglesia para el rezo del vía crucis sobre una peana del siglo XVIII, la que su hermandad utiliza desde hace algunos años en los cultos. A la pieza de madera tallada y dorada se le dice ahora peana, pero muchos cofrades intuían que obras así, de granmonumentalidad y realce, habrían sido en sumo- mento pasos, o más propiamente andas, y que las imáge- nes de la antigua Semana Santa de Córdoba habían he- cho sobre ellas sus estaciones de penitencia. «Sería una buena forma de recordar la antigua forma de llevar a las imágenes en Córdoba», manifestó Enrique León, ex hermano mayor del Santo Sepulcro y coautor del libro sobre la historia de la cofradía del Viernes Santo que se acaba de presentar. Aquel mismo Lunes Santo también compareció sobre una de estas piezas, que todavía per- manecen en las parroquias de la ciudad, el Señor de la Sentencia, aunque para la hermandad del Vía Crucis era distinto: la peculiaridad con la que la cofradía se pone en la calle hacía posible soñar con que pudiese salir sobre la peana, al menos para la fantasía de quienes vieron la ima- gen y observaron la naturalidad de la estampa. Desde luego evocaba una Semana Santa distinta a la que se ha vivido en las calles en las últimas décadas, con un modelo de pasos, túnicas de nazarenos y elementos muy concreto. Lo que se puso sobre la mesa al hablar de la forma en que compareció el Cristo de la Salud el Lunes Santo era la pervivencia de un modelo anterior para la forma en que las cofradías se ponen en la calle. Tal vez la identidad que la Semana Santa cordobesa tuvo en la épo- ca barroca antes de que el desierto de los 30 años sin pro- cesiones en la calle, la pérdida de una parte del patrimo- nio y de la memoria y la asunción, después, de nuevos mo- delos, hiciese que esta forma de salir en procesión, y otros muchos aspectos, quedasen orillados. Desde la segunda mitad del siglo XX, cuando la influen- cia del modelo sevillano empezó a ser más notoria, no fal- ta quien se pregunta cuál es la identidad cordobesa en la Semana Santa y qué conservan las cofradías que pueda ser autóctono y genuino en la ciudad frente a lo que se ha recibido con una digestión más o menos procesada de otros lugares. Enrique León cree que el momento clave está en la segunda mitad del siglo XIX, cuando llega a Cór- doba el ferrocarril. La estación, entonces en lo que hoy se llama avenida de América, revolucionó las comunicacio- nes y acortó las distancias con la cercana Sevilla, mucho más dinámica y poblada que la ciudad de entonces. El tren llegó a Córdoba en 1859 y consta que profesores, ca- pas ilustradas y clases medias de la ciudad se desplaza- ban a Sevilla en Semana Santa para vivir allí la fiesta. ¿Pero qué sucedía antes? ¿Por qué hubo que mirar a otra parte? Las cofradías nacieron en el siglo XVI y en aquel momento y al comienzo del siguiente adoptaron las formas teatrales propias del barroco. Una hermandad

en la calle era algo muy distinto a lo que es hoy. Los na- zarenos se disciplinaban y entendían esta penitencia como algo esencial en su pertenencia a la cofradía. En el corte- jo había ángeles y figuras con rostrillo similares a las que todavía perviven en Puente Genil, y que en Córdoba se mantuvieron incluso hasta después la recuperación de la Semana Santa en el siglo XIX. Eran cofradías donde el concepto actual de paso se pa- recía más a unas andas, a una peana tallada y dorada y que se llevaba por cargadores por fuera. Está documen- tado, además, que tenían unas horquillas sobre las que las andas se sustentaban cuando el cortejo se detenía. A la cofradía del Santo Crucifijo pertenecía una que en el siglo XIX, cuando la cofradía desapareció, pasó a la igle- sia de la Magdalena y desde ahí a San Pedro. Ahora está sobre ella en su capilla el Cristo de la Misericordia, pero conserva el emblema de un compás y un cartabón, que identificaba a los alarifes, los profesionales que susten- taban a la cofradía que regentaba la ermita cuya fachada todavía se abre en la plaza de la Magdalena. Es muy pro- bable que el Crucificado que hoy se llama del Amor o al- guna de las muchas imágenes del cortejo saliesen sobre esas andas. Dos cofradías que sobrevivieron las conser- van: las Angustias y los Dolores. La primera es de 1771, barroca y dorada con cartelas. Se completa con las imá- genes de los evangelistas y fue su paso hasta el siglo XX. La fotografía más antigua de la Semana Santa de Córdo- ba, en 1890, muestra a las imágenes sobre esa peana, dis- puestas para salir a la calle. Y en Semana Santa, la Virgen de los Dolores sale sobre otra similar y de la misma épo- ca, de 1779, aunque mucho más alta. Había palios en aquella Semana Santa antigua, pero apenas se parecían a los actuales y no sólo eran para las imágenes de la Virgen. Poco después de la hechura de la imagen de Nuestra Señora de los Dolores, la congrega- ción servita encargó al mismo autor de la imagen, Juan Prieto, un paso de palio, que no se ha conservado, pero que él debió de hacer enmadera tallada, como correspon- de a su oficio. El éxito fue tal que la cofradía de la Vera Cruz encargó otro para la Virgen del Milagro que tenía que ser aún más rico. La carga bajo las gualdrapas se incorporó en 1865 y se generalizó en los años siguientes; hasta entonces siempre se había hecho por fuera Del siglo XVIII se han conservado piezas, en madera dorada o en plata, que hoy se utilizan como peanas, pero que en su origen eran andas en que salían las imágenes

8

PASIÓN EN CÓRDOBA

IDENTIDAD CORDOBESA: RETAZOS QUE SOBREVIVEN DE UNA PIEL ANTIGUA

Made with FlippingBook Annual report maker