ESPECIAL PASIÓN EN CÓRDOBA 2022

Volvamos a la calle, Madre

POR ESTRELLA FERNÁNDEZ-MARTOS

S I guardamos silencio y cerramos los ojos, podemos oír el ra- chear de las zapatillas de los costaleros sobre el suelo demár- mol, abriéndose paso entre las densas y olorosas nubes de incienso y la viva luz de los ciriales. El llamador sonó con es- truendo en la primera llamada que atronó en el interior del templo, intuyéndose incluso fuera, en la plaza. El capataz intercambió unas palabras con el patero de cola. El llamador suena por segunda vez. El pasomurmura sobre el gutural sonido de los costalerosmetien- do riñones, las maderas crujen, la candelería titila coqueta, la ima- gen señora se sabe segura sobre los hombros costaleros. Un instan- te de silencio con respiración contenida y el llamador golpea por tercera vez. Al cielo con Ella, vámonos de frente, Córdoba la espera. De esparto o de goma, las zapatillas de los costaleros suenan dis- tinto en esa primera chicotá dentro de casa. Del silencioso templo, desde donde siguen saliendo hermanos nazarenos, surge el limpio casi arrastrar de los costaleros en estos primeros pasos. Está cada uno todavía tomando posesión de su tramo de la trabajadera y de- jando asentar el peso que le corresponde en el costal. Los últimos nazarenos del cortejo aún oyen su propia respiración bajo el cubre- rrostro cuando ya empiezan amezclarse los ruidos de afuera, la luz del día o de las farolas, el bullicio expectante, en fin, la vida bullan- guera con sus algazaras de afuera. Los borlones acordonados se anuncian al chocar contra los va- rales, las bambalinas bambolean ligeramente su bordada caída des- de el palio. Clinc, clinc, clinc, van marcando los varales sus imper- ceptible compás. Antes de salir a la plaza, el nazareno vuelve sumi- rada para beberse todos esos sonidos que resuenan en sumemoria. Sus recuerdos recrean el olor de la cera con su pabilo ardiente y las flores que adornan el paso. Azahar, nardos, rosas, camelias, … toda la primavera a sus pies, flores para María. Sus ojos penitentes oyen cada sonido y el delicado refulgir de la candelería, ese bosque de luz con el que, como bien entendió el pa- dre Cué, se alfombra el paso de laMadre para que no vea el dolor de su Hijo, que va delante. Una alfombra que alumbra y guarda su ca- rita preciosa para «que ni el aire la roce». Una luz suave, viva, con- tenida, protege su rostro y envuelve su paso con sus palpitantes can- delabros de cola. Porque, más allá de terciopelo y bordados, nues- tras Vírgenes visten de luz. Y, sobre su corona, el cielo, de estrellas o de palio. Pues, sea como sea nuestra devoción a María, grande o pequeña, titular o discreta, Ella siempre procurará que, si nos dis- traemos al mirarla, acabemos viendo el Cielo. Y ante esa imagen llena de vida que le acompañará toda la Esta- ción de Penitencia, brota del corazón nazareno una íntima oración: «Dios te salve, María, llena de gracia, ayúdame a acompañarte este camino. Volvemos a la calle, Madre, a nuestra casa».

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PASIÓN EN CÓRDOBA

VOLVAMOS A LA CALLE, MADRE

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