PASIÓN EN SEVILLA 147 Cuaresma 14-02-2024
El primer artículo cofradiero de Antonio Burgos
«Siempre es interesante volver a ver lo propio con re tina extranjera», dice Antonio Burgos de monsieur Luc cin: «Yo no sé si habrá estado muchas veces en Sevilla por Semana Santa o si su crónica es el relato de una ex periencia primeriza. El caso es que ha narrado nuestros días nazarenos mejor que el más entusiasta ‘capillita’». El artículo de Burgos va desgranando la peripecia que el periodista galo había presentado en su reportaje en el semanario de Burdeos sin renunciar a la guasa mar ca de la casa: «M. Pierre Luccin llegó a Sevilla el Martes Santo. Se fue derechito a ver la salida de San Esteban. El Miércoles vio la del Baratillo. Asistió a los oficios de la Sacramental de San Roque. Estuvo presente cuando la duquesa de Alba colocaba sus joyas a la Virgen de los Gitanos… Y ni que decir tiene que en todo este tiempo no se sentó ni una vez en una silla de la carrera oficial». Burgos hace un retrato complaciente del artículo del reportero francés, por oposición a la mirada tantas ve ces desenfocada de viajeros y turistas de la misma na cionalidad que llegaron a acuñar el mito de Carmen la cigarrera hasta que Mérimée la construyó en un libro que inspiró el libreto de la ópera ‘Carmen’ del composi tor Georges Bizet. «Así profundizó en la médula de nuestra Semana San ta. Sus descripciones son exactas: ‘Abril quema, y los toldos están tendidos sobre la calle Sierpes. Los pies pi san la cera que han llorado los cirios’», dice el periodis ta sevillano de su colega francés. El artículo en cuestión nos deja entrever, con una pre cocidad impresionante, el interés que estaba maduran do en Burgos sobre el mundo profesional del martillo y el costal: «M. Pierre Luccin se interesa por los costale ros. Les pregunta cuánto ganan. Y lo sabe bien. Tres cientas ochenta pesetas, y ochocientas los de la Maca rena. Después narra una ‘levantá’» y cita el original fran cés traducido. Antonio Burgos aplaude entusiasmado el relato del colega galo: «M. Pierre Luccin caló en el alma de Sevi lla, y hondo. Lo vio todo, lo preguntó todo, y aún le que dó tiempo para reponer fuerzas en la bodeguita Rome ro, donde Rosa –su interlocutora de la crónica de ‘La vie de Bordeaux’– aprendió pronto a ‘distinguir el fino del amontillado y el oloroso de la manzanilla, que la Sema na Santa da sabor’».
POR JAVIER RUBIO
D e Burdeos a Sevilla, pasando por Burgos. No la ciudad, evidentemente, sino el genial periodista de ABC, Antonio Burgos Belinchón, que nos dejó para siempre el 20 de diciembre pasado. Nos abandonó su presencia física, porque la espiritual pervi ve en el corazón de muchísimos lectores y cofrades que han visto la Semana Santa de Sevilla a través de los ojos del autor de una ‘Guía apasionada de la Semana Santa’ y, sobre todo, de ‘Folklore de las cofradías sevillanas’ que es un monumento periodístico a la erudición, el conocimien to y las hablas. Pero curiosamente, la primera incursión periodísti ca de Antonio Burgos en el mundo cofradiero tiene como protagonista a «un capillita francés», como tituló el ar tículo a toda página publicado el 24 de agosto de 1965, un año antes de que su colaboración sobre el particular se hiciera diaria con un serial sobre el habla de los co frades que luego plasmaría en sus libros. El artículo de Burgos (con apenas 22 años) tiene más mérito, si cabe, cuando se comprueba la fecha de publicación, el día de San Bartolomé, en pleno agosto sevillano, fecha que sólo los ‘jartibles’ prefieren para hablar de cofradías. Se trataba de la reseña de un reportaje que el perio dista Pierre Luccin había publicado ese año en el sema nario bordelés ‘La vie de Bordeaux’, bajo el sugerente tí tulo de ‘La passion selon Séville’, préstamo que toma del libro canónico de Joseph Peyré, editado en español como ‘La Pasión, según Sevilla’. Se trata de un préstamo ex plícito y reconocido por el propio autor francés que ha bía pasado unos días durante la Semana Santa de ese año que iba a conocer, en diciembre, el cierre del Conci lio Vaticano II. Así que se trata de la primera Semana Santa con la reforma litúrgica que se había plasmado en la constitu ción apostólica ‘Sacrosanctum Concilium’, la primera a la que los padres conciliares dieron su aprobación. Ha bía entrado en vigor el primer domingo de Cuaresma con la novedad más importante: se abandonaba el latín y se oficiaba en lengua vernácula.
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