PASIÓN EN SEVILLA 147 Cuaresma 14-02-2024

E l mundo antes no olía como ahora. Hasta que el hombre empezó a ser redimido por el progreso, el olor, el mal olor era una característica de la vida. Tanto y en todas partes que hubo que en contrar un elemento de la naturaleza para amortiguar estos malos olores. Y ese elemento entre muchos fue el incienso, que comenzó a ser utilizado por civilizaciones tan desconocidas y distantes entre ellas como la china, la egipcia, la maya o la de los aztecas. El incienso en sus múltiples variedades servía para perfumar, y para, evi tando el mal olor, honrar a la divinidad llenando de per fume los templos y los lugares en los que se creía que habitaba. Por tanto el incienso en origen tiene un come tido funcional. En Jerusalén, el sacta sactorum del tem plo, el lugar donde vivía Yahvé, se llenaba del sahume rio que preparaban en los pebeteros. Hay que imaginar el olor que debía tener ese templo en el que de manera continua se llevaban a cabo los sacrificios de los anima les y al que acudía gente que aún no había descubierto las virtudes del baño diario. El botafumeiro de Santia go de Compostela, además de para honrar al apóstol ser vía para contrarrestar el olor que traían los peregrinos después de hacer el camino andando. Hoy el incienso tiene un cometido meramente cul tual, de adorno al culto no solo cristiano sino en nume rosas religiones. En la Semana Santa de Sevilla se ha querido hacer de esta resina una seña de identidad. Por eso, muchas hermandades pretenden que el suyo hue la de manera especial. Los que comenzaron esta prác tica fueron los hermanos del Silencio. A Luis Ybarra Os borne (1889-1959) se le considera el ideólogo del estilo de la cofradía. Cuando enviudó de María Parladé se vol có con la hermandad en la que fue de todo. Ybarra diri gía la Compañía de Indias Orientales, una consignata ria de barcos que se encargaba de traer y llevar mercan cías por medio mundo. Y en esos barcos no solo llegaba el incienso sino otras resinas y especias con las que ali ñar la mezcla. En la primitiva cofradía han sido muy ce losos de la composición de la fórmula o las fórmulas que se empleaban. De hecho, en el archivo hay una carpeta en la que se puede leer «incienso» en la que hay al me nos diez fórmulas en folios que fueron escritos a má quina con copias de papel de calco morado. Las más co-

nocidas fueron la mezcla de Jerusalén y la mezcla ro mana que usan los mismos elementos pero en propor ciones diferentes. Una de las mezclas requería que se cogiese la canti dad necesario siempre superior a la del resto de los in gredientes. Se le añadía una rama de vainilla, un pelliz co de canela, otro de clavo, benjuí, mirra, alhucema y raspadura de naranjas machacadas, de la calle donde está la capilla de Jesús Nazareno, la actual calle del Si lencio. A esta mezcla se le añadía una pastilla de clora to potásico para su mejor combustión y se depositaba en una bolsa de tela ya que cuanto más tiempo esté el incienso guardado mejor aroma tendría. Antes se le aña día estoraque, que es una especie de serrín aromático cuya planta crecía en la India. Cuando el fallecido prioste Manolo Palomino se puso a mezclar la fórmula también comenzó a hacer el in cienso para sus otras hermandades: Santa Marta, el Va

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