PASIÓN EN SEVILLA 147 Cuaresma 14-02-2024
Cuando sonríes, Macarena
ra perfecta del trío de Gámez Laserna. Ahora, cuan do te miro a los ojos, viajo a aquella estampa costum brista del barrio que es nuestra razón de ser y pido, como entonces, que nunca te me vayas. Y vuelvo a mirarte. Veo cómo respiras, cómo tus manos se entrelazan con las mías y vuelvo a pedir que el tiempo se detenga. Tu piel tan suave me re cuerda al tacto del verde terciopelo que tantos años cubrió mi rostro en la soledad del bullicio de una Ma drugá. Te lo cuento cada noche cuando lloras y bus cas el consuelo sobre mi pecho, en esos momentos en los que cada lágrima tuya se convierte en un pu ñal que me hiere el corazón. Nuestros cuentos no ha blan de princesas ni de castillos encantados, hablan de aquella que te ha prestado su nombre para pro tegerte bajo su manto de aquí a la eternidad. Te voy meciendo mientras te canto que eres «razón de feli cidad», te acuno mientras susurro que «igual que ayer permaneces» y presumo de tu belleza cuando me repito en la penumbra de nuestros paseos que «como tú, ninguna». Aprovecho cada instante a so las para recordarte que has sido un regalo de Ella, que puso su mano sobre tus padres para que hoy es tuvieras aquí. Por eso estaremos eternamente en deuda con la que nos ayudó a que nacieras a la vida. Dice el calendario que ya estamos en Cuaresma. Un camino que este año quiero compartir contigo para mostrarte lo afortunados que somos tus padres por tenerte a nuestro lado. Contigo, la fe ganó la ba talla a las dudas y la alegría floreció para siempre en el balcón de nuestra existencia. Solo quiero mirar te, abrazarte y hacerte feliz. Se lo debo a Ella y te lo debo a ti. Lo único que te pido es que no dejes de que rerme, pues mi amor infinito siempre será tuyo. Me das la vida cuando sonríes, Macarena, porque solo así soy capaz de llenarme de Esperanza.
POR MARIO DAZA
L levo toda la vida buscando la felicidad en una mirada que creía que era el fin y que ha re sultado ser sólo el camino. He perdido la cuen ta de la infinidad de veces en las que fui a bus carla al lugar en el que siempre nos citamos, muchas de ellas sin una razón aparente por la que encontrar nos. Me bastaba con estar ahí para sanar mis heri das. A veces le pedía que resolviera mis dudas, otras simplemente le daba las gracias por llamarme. Ha bía ocasiones en las que ni siquiera necesitaba ha blarle para sentirme en la calma de su puerto ma ternal. Tantos porqués y tan pocas respuestas, tan tas razones y tan pocas certezas. Poco importaba el motivo, pues todo cobraba sentido en la orilla hoga reña de su cara. Ahí, como cada nueva Cuaresma, todo volvía a comenzar para darnos la oportunidad de convertirnos a la Pascua del alma herida. Pero he de reconocer que estaba equivocado. Ella no era la meta, más bien era el medio para el gozo que soñaba y que ahora duerme en su inquietud infantil sobre mis brazos. La observo con los mismos ojos de entonces, con los que ahora sí he sido capaz de alcan zar la felicidad. Sus pupilas verdosas, aún borrosas, son como uno de esos espejos de plata del camarín en los que se refleja la Esperanza. La miro y solo pido que el tiempo se detenga, que se haga eterno como en esas amanecidas del Viernes Santo en la calle Parras en las que mi corazón solo soñaba con ver los dos prime ros varales de su palio de primavera asomando por la eterna esquina de Relator. Allí mi alma se partía en dos entre el deseo de que viniera y el lamento del adiós cuando su manto envuelto en pétalos era la metáfo
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CUARESMA 2024
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