PASIÓN EN SEVILLA ENERO 2024

Asuntos Internos

María de los Ángeles Giménez

Plegarias atendidas

Esa transmisión de poderes celes- tiales que siempre se hace de padre a hijo o a hija. En el calor de esa mano paterna iban revelaciones es- pirituales y claves identitarias. Por- que el talento de vestir a su Virgen, una rama de las Bellas Artes que no se estudia ni se aprende, se funda- menta en sentirlo de forma infini- ta, que es una de las maneras de con- vertir lo singular en extraordinario. De hacer arte a base de emociones. Y en ese arte sus maestras fueron Lolina Gálvez y su madre Mercedes Chico-Ganga. Con dos años la subían al paso y

POR FÉLIX MACHUCA

¿Q uién sabe? ¿Quién sabe si ese trato ex- clusivo que tiene con tan Dulce Nombre es la razón por la que le da gracias a la vida? Ella lo afirma y se reafirma. Que tanto como la vida le ha dado se debe a que la Señora de San Lorenzo la tiene entre sus elegidas. Como la ma- dre que ve por los ojos de la niña. Porque siendo una niña y con no más de dos años ya la subían al paso, mi- raba el brillo de sus ojos y veía las cosas extraordina- rias que a los niños se le revelan. A su abuela, que tam- bién fue camarera de la Virgen, no la olvida planchan- do las enaguas con una plancha de carbón. Y se emboba, con ese despertar al misterio que alimenta el espíritu de los niños, descubriendo las manos de su abuela co- locando la camisa, la combinación de medio cuerpo, los encajes, los lacitos, para que muchos años después fue- ra ella la que planchara las enaguas y vistiera a la Vir- gen. El tiempo sentimental también es redondo, como la tierra, achatado por los polos donde el frío de la exis- tencia nos desvanece. En su casa todos fueron del es- cudo trinitario. El abuelo manejó la vara de hermano mayor, su padre también y, este, cogiéndola de la mano, le imbuyó a Mari Ángeles el calambre de ser bofetero.

los franciscanos de San Antonio de Padua la mimaban dándole chocolate para desayunar. Ahora es una de las camareras más veteranas de Sevilla. Su destino la hizo heredera del privilegio que gozó la abuela, la madre y ahora, con cincuenta años de ejercicio, lo encarna Mari Ángeles desde que cumplió los dieciséis. Los cuatro años que no ejerció como tal, por un cambio de Junta, fueron quizás los más duros de su vida. Porque la veía todos los días, le lloraba, le imploraba volver a verle de cerca los ojos, que me dice no siempre brillan con la misma alegría, sino que, como los humanos, se apagan o ilumi- nan con los estados de ánimos. A la Virgen del Dulce

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PASIÓN EN SEVILLA

LAS MANOS ABIERTAS DE LA REDENCIÓN

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