PASION EN SEVILLA Nº 150 Octubre 2024
Los que llegaron después practicaron variaciones so bre el estilo de Garduño, su hermano Pepe lo hizo evo lucionar casi sin límites en la Macarena, también Paco Morillo, Fernand… Antonio tuvo a la Estrella como la musa de su vida. Para la cofradía hizo de todo, el escu do, las insignias más importantes, el palio de 1995 que ha quedado bautizado con su nombre… amén de un sin fín de obras y proyectos para cofradías de toda Andalu cía. «Cuando Antonio se encerraba en el estudio –escri bió Rafael Muñoz– se constituía en hombre en el exilio, dejando lejos la tierra, obligándose a soñar, sintiéndo se literalmente solo. Fue la tónica dominante en los úl timos años de su vida». Unos últimos años en los que ya no estaba su mujer –y también musa– Eloísa Lara, a cuya memoria él mismo bordó en oro con sus manos un cín gulo que lleva visibles sus iniciales. La última vez que vistió a la Estrella fue hace 20 años, para el besamanos de 2004, meses antes de fallecer. En un homenaje publicado en el ‘Boletín Estrella’, Isidro González Suárez escribió lo siguiente: «Su estilo, al con trario del de otros artistas que se complica y abigarra, se volvió más ligero y estilizado, consiguiendo que el pesado y rico manto bordado adquiriera una levedad insospechada en su caída, y que la silueta de la imagen se depurara notablemente respecto a veinte o treinta años atrás, posibilitando que el cuerpo y sobre todo el imponente rostro y las tremendas manos de la Virgen expresen su verdadero mensaje de dolor humano con tenido». En 2027 se cumplirán 100 años de su nacimiento. Cien años de un hombre que fue el responsable –lo sigue sien do– de buena parte de la estética actual de la Semana Santa de Sevilla y de todas aquellas que se quieren pa recer a ella. Un hombre irrepetible autor del 50% de la Virgen de la Estrella. En los actos del 25 aniversario de ‘La Valiente’, en 1957, el artista enmarca por primera vez el rostro de la Estrella en una mantilla de las denominadas ‘Goya’. Fue el antes y el después Garduño era prioste y tuvo que asumir la tarea de vestir a la Virgen después de cómo la dejó ataviada Barreiros, que era quien ejercía esas funciones hasta entonces
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tado. Posiblemente este hombre lo que estaba era bo rracho. Cuando le vieron así le dijeron que se fuera de San Jacinto y Garduño como prioste tuvo que asumir la tarea de vestir a la Virgen. Eran tiempos en los que quie nes se encargaban de estas tareas era gente anónima solo conocidas en el interior de las cofradías. Antonio no quiso que se supiera la función que desempeñaba hasta pasados unos años. Los periódicos –los Ecos de Pedregal– se sorprendían del aspecto que presentaba La Estrella pero nadie sabía quién era el responsable. El antes y el después que marca Antonio Garduño ocurre en 1957. En los actos del 25 aniversario de La Va liente, según relata el profesor Palomero Páramo en su libro de las vírgenes sevillanas, el artista enmarca por primera vez el rostro de la imagen en una mantilla de las denominadas ‘Goya’. Garduño ahí consigue algo que va a definir para siempre su trayectoria, más que vestir, él modelaba, terminaba de esculpir a la imagen. Lo dijo en una entrevista al diario ‘Linares Información’: «Me ayudó mucho el hecho de saber dibujar y modelar ya que vestir una imagen de candelero no es colocar una ropa en una percha y jugar con los encajes. Hay que ha cerlo modelando la ropa, dándole empaque, quitando esa frialdad de materia muerta de la madera, que tu veas que la Virgen tiene vida». Esa fue la fijación permanente de Antonio: modelar con las manos. Estaba obsesionado con dotar al pecho de la Estrella de un volumen ascendente para remarcar el suspiro que parece que está dando la dolorosa al abrir así los labios y las aletas de su nariz. Cuando se respira el aire el pecho se hincha. Y en torno a esta idea traba jo casi 60 años con la Virgen a la que se entregó por com pleto. La Estrella en la década de los 60 se convirtió en el referente de ese nuevo estilo de presentar a las dolo rosas que los grandes vestidores posteriores después personalizarían y harían evolucionar. A Fernando Mo rillo, el histórico vestidor de la Esperanza de Triana tam bién se le puede considerar como un innovador en este campo pero su estilo se quedó en la imagen de la calle Pureza y poco más. Las que se extendieron fueron las maneras de Antonio Garduño. Su hijo, Antonio Garduño Lara, cree que su padre lo que pretendía también era jugar con los colores como lo hacen los pintores. Para resaltar el rostro, en 1973 le co locó a la Estrella una peluca. En ese momento las críticas no fueron buenas pero sirvió de punto de partida para lo que vino al año siguiente que sí fue sobrecogedor. Una lí nea negra o una sombra alrededor del rostro de una ima gen lo que hace es de fondo de lienzo para que destaquen las facciones de la cara. Antonio estaba pintando pero lo hacía sin pinceles. Solo con sus manos mojadas en telas.
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CORONA DE ESTRELLAS
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