Pasion en Sevilla 149 mayo 2024

Con la Venia

Soleá del Trastévere

POR JUAN MIGUEL VEGA

F ue al cruzar aquel puente sobre el Tíber cuan do comprendí el secreto de Roma. Era un me diodía de invierno; algo invisible tamizaba la luz, haciendo que las cosas cobrasen un tono dorado, como si estuvieran atrapadas en una gota de ámbar; las aguas del río bajaban mansas, solemnes, como cumplimentando un atávico rito, sin duda sa grado, sabedoras, acaso, de que ese recodo no era un jalón más en su inexorable camino hacia la mar; era el vórtice alrededor del cual lleva milenios girando la his toria de la humanidad. Una brisa llegada desde quién sabe qué tiempo lo acariciaba todo con una suavidad inefable; sentirla era descubrir por qué la música que ha inspirado esa ciudad supo encontrar siempre el ca mino para llegar a lo más recóndito del alma. La brisa también desvelaba secretos al oído del caminante que éste nunca sería capaz explicar. Y arriba… arriba el cie lo que vio nacer y morir a césares y apóstoles, santos y mártires, genios y canallas. A los más grandes y a los más miserables. A lo mejor y a lo peor del mundo. Fue entonces cuando lo comprendí todo. Supe que no era la belleza de los edificios, ni la magnificencia de las ba sílicas, ni los imponentes rastros del Imperio. El secre to no estaba en nada que apabullase. Roma era ese in definible eco que latía en la calma de un mediodía de invierno al cruzar un puente camino del Trastévere. Fue allí donde accedí a su misterio. Roma, como Sevi lla, también es esa luz que entra por la ventana. Roma es una sensación, algo intangible, un ente incorpóreo

que se manifiesta en un lugar bellísimo, lleno de his toria y monumentos, pero que trasciende a todos ellos. Los sevillanos sabemos bien qué es eso. Desgraciada mente (digo desgraciadamente y no sé si digo bien, pero lo digo), no será un mediodía de invierno cuando el Cachorro eleve su velada mirada a ese cielo bajo el que pasaron tantas cosas; cuando la sombra de su ago nía se proyecte entre las siete colinas y por vez prime ra en tres mil años dé allí la hora nona. Será en mayo, bajo la luz infinita del mes de las flores y la calor; cuan-

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CORPUS CHRISTI SEVILLA

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