ESPECIAL PASIÓN EN CÓRDOBA 2022

Arriba, a la izquierda, el gran collar de alta bisuteria. Debajo, diadema de 1864. A la

derecha, el gran broche de Redel

la actualidad. Se alhaja con todo lo bueno para el septenario, Viernes de Dolores y cultos de sep- tiembre. En noviembre, para los difuntos no tie- ne nada puesto, porque el luto no se remarca con joyas. El resto del año se intenta poner alguna de las últimas donaciones, algún broche o algo sig- nificativo, pero testimo- nial y simbólico. La her- mandad de los Dolores siempre hamantenido la costumbre de no com- prar ni encargar ninguna joya para la Virgen. Y de poner lo que se le regala. La diadema de piedras de colores se debe al platero cordobés Mariano Rus, quien para hacerla fundió la dia- dema antigua de diario y hay pedrería que conserva el engaste del XVIII. La diadema en plata asimétrica la re- galó el alcalde Antonio Guzmán como padrino de la co- ronación y la lució la Señora en sus salidas previas al acontecimiento. Conchita Fuentes, dueña de una casa muy conocida en la Córdoba de 1950, pero ferviente de- vota, donó dos pendientes de dos brillantes cada uno. Se prenden del rostrillo de la Virgen combinados con otros más pequeños que cedió Tránsito Guerra, herma- na del torero Guerrita. Entre las historias más conmo- vedoras cautiva la de una pareja de toxicómanos que, en muy mal estado de salud, entregó tres anillos de me- tal con diseño rockero. Y la Virgen los ha llevado más de una vez. Es la grandeza de una alta devoción.

de Redel resulta la iconografía actual de la Virgen. Antes llevaba lasmanos unidas y cruzadas y las vueltas del man- to, negras. Redel las separó y puso las vueltas blancas para dar más luminosidad. El rostrillo solía ser de tela y él in- trodujo el rostrillo bordado con pedrería. Y él sumó a es- tos cambios el de las alhajas. Entre los grandes elemen- tos que Redel incorporó están el broche y la pulsera. En la pulsera puede ser que las esmeraldas procedieran de joyas anteriores, algo habitual. A finales del XIX siempre su estética va a ser ésa, en- joyada. La ubicación de la imagen en la iglesia condicio- naba el fotografiarla. A esa altura no se le podían hacer fotos a diario, como ahora. Los grandes retratos obteni- dos a finales del XIX y en el XX, que requerían unas con- diciones muy especiales de óptica e iluminación, son del momento en que se bajaba para la salida en procesión, y ahí portaba muchas joyas. Y ésa era la estampa de la Vir- gen que la gente tenía grabada en la mente. Y así, hasta

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