ESPECIAL TRANSICIÓN ENERGÉTICA Marzo 2021
18 ESPECIAL TRANSICIÓN ENERGÉTICA
ABC
VIERNES, 26 DE MARZO DE 2021
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¿QUIÉN DEBE PAGAR EL COSTE DE LA DESCARBONIZACIÓN? TRIBUNA
E n una mesa redonda sobre el Fon- do Nacional de Sostenibilidad del Sistema Eléctrico (FNSSE), orga- nizada recientemente por AELEC, un asistente anónimo preguntó si la des- carbonización era necesariamente sinó- nimo de electrificación. Exceptuando las medidas de eficiencia energética, cuyo rol no debe desdeñarse pero que en ningún caso podrán evitar que necesitemos ener- gía para mover el mundo, la respuesta a dicha pregunta es un rotundo SÍ. En efec- to, quizá no nos hayamos percatado toda- vía de que, en el plazo de dos décadas, ten- dremos que pasar de un sistema energé- tico donde la electricidad supone escasamente el 25% de la energía final con- sumida, a otro sistema radicalmente di- ferente en el que alrededor del 80-90% de la energía consumida tendrá que obtener- se de fuentes renovables, que en su gran mayoría producen directamente electri- cidad. El resto de energía consumida, de- pendiendo del contexto de cada país, pro- vendrá de la nuclear, que también produ- ce electricidad, salvo que tenga lugar una revolución tecnológica en captura y alma- cenamiento de carbono, que al menos en el corto plazo no se vislumbra. Por tanto, aunque cueste trabajo creerlo, tras dos si- glos de predominio absoluto de combus- tibles fósiles, la humanidad se encamina hacia un futuro de producción energética “sin fuego” (si exceptuamos la biomasa). Ello no significa que todo el consumo aca- be siendo eléctrico, puesto que determi- nados nichos de aplicaciones, como el transporte pesado o de larga distancia, y algunos procesos industriales, son difícil-
ANTONIO GÓMEZ EXPÓSITO Catedrático de la Universidad de Sevilla
mente electrificables, pero el combustible empleado en estos casos, como el hidró- geno u otros gases sintéticos, deberá ob- tenerse fundamentalmente de electrici- dad renovable. Consecuentemente, será preciso reali- zar un enorme esfuerzo inversor en plan- tas de producción renovable, fundamen- talmente eléctricas. En el caso concreto de España, si en las dos décadas pasadas hemos instalado unos 40 GW de potencia renovable, en las dos próximas deberemos instalar 120 GW adicionales, simplemen- te para atender la demanda actual más el previsible consumo de los vehículos eléc- tricos. Es decir, deberíamos triplicar como mínimo el ritmo inversor actual. Si, por añadidura, tenemos que producir gases (o líquidos) sintéticos de origen renovable, será preciso sobredimensionar conside- rablemente el parque de plantas renova- bles, puesto que la eficiencia de los proce- sos involucrados (electrolisis, pilas de com- bustible, etc.) es bastante baja, entre el 25% y el 45%, dependiendo del uso final. Suponiendo que la componente no elec- trificable del consumo fuese sólo el 25% de la energía total, y que el rendimiento medio fuese del 35%, ello implicaría que tendríamos que añadir, en números re- dondos, aproximadamente otros 100 GW más de plantas renovables eléctricas, de- dicadas en exclusiva a producir vectores energéticos no eléctricos. Junto al sector industrial, que no ha de- jado de perder peso en la economía espa- ñola, el sector que más ha reducido las emisiones de CO2 hasta la fecha ha sido el eléctrico, gracias en gran medida a las
generosas primas otorgadas a la produc- ción renovable, que han ocasionado no- tables sobrecostes en el sistema, y por ende en el recibo de la luz. Sin embargo, dicha reducción de emisiones ha sido in- suficiente para contrarrestar el aumento en el transporte (casi el 50% desde 1990) y los sectores residencial y de servicios (60% desde 1990). ¿Seguiremos pidiendo indefinidamente nuevos esfuerzos al sec- tor eléctrico para cumplir nuestros com- promisos globales de reducción de emi- siones, mientras los demás sectores in- volucrados continúan con el business as usual? Es comprensible que las empresas del sector de los combustibles fósiles es- tén preocupadas con su hoja de ruta fu- tura, por el riesgo real de activos hundi- dos y por los muchos puestos de trabajo que hay en juego, y que no quieran ni oír hablar de “nuevas señales de precio” que de algún modo desincentiven sus ventas, como las que propone el modelo del FNS- SE. Pero no es lógico, cuando tenemos que incrementar el ritmo inversor, ni justo, que el coste de las políticas ambientales relacionadas con el sector energético re- caiga casi en exclusiva sobre los consu- midores de electricidad, como ha ocurri- do hasta ahora. Los combustibles fósiles llevan dos siglos emitiendo CO2, y cierta- mente han constituido la base sobre la que se asienta la civilización actual, pero ya es hora de que contribuyan proporcio- nalmente a los costes que conllevará la descarbonización. No importa tanto el modelo concreto utilizado para redistri- buir recursos económicos, como los ob- jetivos que se pretenden.
LA TRANSICIÓN ENERGÉTICA REQUIERE QUE CREZCA EL PESO DE LA ELECTRICIDAD JUNTO A LA INDUSTRIA, EL SECTOR QUE MÁS HA REBAJADO SU CONSUMO DE C02 EN ES EL ELÉCTRICO
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