GURME-Revista Gastronómica de Sevilla Nº 23

ENTREVISTA

así. Uno de nuestros clientes me insistía en que debíamos abrir un obrador y con esa idea me topé con un local de Virgen de Luján que se traspasaba. Se llamaba Bar Marino y le di una señal al propietario sin saber de dónde sacaría el dinero para pagar el resto. Tuve la suerte de que uno de los proveedores a los que comprábamos los ingredientes para las tartas me quisiera avalar para pedir un préstamo. Ha sido como mi padre en Sevilla, porque sin él nada habría sido posible. También confió en mí el propietario de Frío Morón, y gracias a ellos pude abrir La Siembra el 9 de julio (fecha patria argentina) de 2002. Fue a raíz del confinamiento. Nos planteamos hacer comida para llevar porque era lo que la gente quería en ese momento. En La Siembra ofrecíamos desayunos y algo de cocina poco elaborada que nos hacía un catering, pero con Ruta 2 decidimos hacer asados para llevar a casa. Hay muchos sitios de pollos en Sevilla pero como el nuestro hay pocos. Y con el boca a boca cada vez nos conoce más gente. ¿Su familia trabaja en el negocio? En 2014 abrimos Quilombo en la Alameda, que lo gestiona mi hijo Agustín, y tanto mi mujer (Maribel González) como mi hija Sofía echan un cable en Ruta 2 con la entrega de pedidos. ¿Qué es lo que más echa en falta de la gastro- nomía argentina? Aunque parezca extraño, la pasta. Allí hay una gran cultura italiana en las cocinas y está muy extendida la buena pasta fresca rellena. En Sevilla ahora empieza a haber sitios así, pero cuando llegué hace 20 años no existían y lo echaba en falta. ¿Qué le gusta más de la cultura gastronómica española? La carne es espectacular, cien veces mejor que la de Argentina. A pesar de la fama que hay allí por los asados, está todo muy centrado en el buey. No hay cochinillo, por ejemplo, y por supuesto la carne de cerdo nada tiene que ver con el ibérico. ¿En qué momento decidió transformar La Siembra en Ruta 2?

La historia de Fabián Vassia está llena de ca- sualidades y de caprichos del destino. Durante sus primeros años profesionales nada le hacía presagiar que su futuro estaba ligado a Sevilla y mucho menos a la hostelería. Trabajaba en una empresa familiar de grano y cereal en su Argen- tina natal y cada mañana se dirigía a la Bolsa de Cereales para conocer las últimas fluctuaciones del producto que acumulaba en su granero, ubicado en una carretera llamada Ruta 2. Las cosas iban bien hasta que el fantasma de la recesión empezó a causar estragos. Era 2001 y el famoso “corralito” estaba a punto de romper la calma en las vidas de muchos argentinos. La situación económica unida a la inseguridad Al llegar me chocó lo de compartir los platos en la mesa pero ahora me encanta.

que imperaba en el país provocaron que Fabián y su familia se plantearan un cambio radical y eligieron Sevilla para empezar de cero. Sus suegros (un matrimonio vasco-argentino) vivían en la capital andaluza y por ese motivo habían visitado la ciudad en un par de ocasio- nes, pero eran muchas las incógnitas que aún tenían cuando decidieron emprender sus vidas junto al Guadalquivir. ¿Cuál fue la primera la primera impresión que se llevó de Sevilla? Me pareció espectacular el barrio de Santa Cruz, que me sigue encantando. Triana en un principio me evocó al famoso barrio de San

Telmo de Buenos Aires. Y sobre todo me sor- prendió la seguridad que hay. En Argentina la gente lleva el reloj en la mano izquierda para que no le peguen un tirón por la ventanilla del coche... es solo un ejemplo, pero no tiene nada que ver con la tranquilidad de aquí. En cuanto a la gastronomía, me fascinó: pocos sitios debe haber para comer como España. ¿Cómo surgió su historia con la hostelería? Cuando llegamos aquí no sabíamos cómo ganarnos la vida, así que mi mujer empezó a hacer tartas que yo ofrecía después a los negocios de hostelería. Ahora hay más sitios de tartas artesanas pero hace 20 años no era

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