GURME Sevilla Capital N 23 Primavera 2022
Alejandro Martín, más conocido como “Ale” o como “El peli” (así le llaman sus amigos moteros), está al frente de una de las barras con más historia de Sevilla: la del Bar Jota. El establecimiento abrió sus puertas en el convulso año 1936 y es uno de los puntales del cerveceo en Nervión, un barrio que este negocio ha visto crecer en su casi siglo de historia. No son pocas las leyendas que acompañan a este espacio, como que la cerveza le llegaba directamente por una tubería que conectaba con la Cruzcampo. Lo cierto es que la lleva un re- partidor que, curiosamente, es nieto del que la traía durante los primeros años del Bar Jota. Se llama Mario y aparece con sus barriles en el transcurso de la entrevista para dejar su mercancía con la que poco después se aplacará la sed de los parroquianos. Pero hoy quien nos ocupa es el personaje que lleva décadas tras su barra y que también encierra su propia leyenda: tiene un secreto para mimar los barriles y que el preciado líquido que contienen saque todo su potencial una vez que cae en los denominados “tanques”, como llaman al típico vaso de 33 centilitros que utilizan en este establecimiento. Alejandro es todo un experto en horas puntas y en calmar la sed de las decenas de parroquianos que se agolpan en su ba- rra. A muchos de ellos los conoce bien, aunque cada vez para más gente joven por esta orilla de Luis Montoto. ¿Ha cambiado mucho la clientela del Bar Jota en las tres déca- das que lleva tras su barra? Antes era más de barrio, venían muchos trabajadores de la zona porque esta parte de Nervión era como un gran polígono y había talleres de coches, concesionarios o las naves de los trenes de Renfe. Ahora la clientela es más diversa y viene mucha gente joven. ¿Conserva clientes de toda la vida? Siguen viniendo muchos parroquianos que ya lo hacían hace años, incluso ahora traen a sus hijos o sus nietos. Yo he visto crecer a muchos de ellos. ¿Cómo es el trato que se da aquí al cliente? Es un trato familiar y cercano. Aunque me gusta ser serio y correcto, también hay momentos para las bromas cuando ya tengo más confianza con la clientela, porque lo cierto es que la primera impresión que doy es de camarero serio. No regalo sonrisas, sobre todo cuando no conozco al cliente. Ser serio es como mi protección ante el desconocido, y una vez que ya hay un trato habitual me abro más sin problema.
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