GURMÉ Tío Pepe

Generaciones en Rama

Generaciones en Rama

Antonio, ¿qué aprendió de su padre el tiempo que trabajó junto a él? A.F.: Sobre todo la disciplina. Él empezó a trabajar en la bodega a los 14 años de chico de los recados y se jubiló con 71 de director general técnico, pasó por todo el escalafón y lo hizo sin partir de una formación, sino de manera autodidacta. Era una persona muy disciplinada y muy exigente. Me enseñó a catar a primera hora, que es cuando se tienen los sentidos más desarrollados. Aprendí mucho a su lado, pero también en el día a día de la bodega, porque al final el vino es el que más te enseña. Supongo que es un privilegio haber tenido a su padre como maestro y ahora tener a su hija de discípula… A.F.: Es un orgullo verdadero. No me puedo sen- tir más agradecido con una bodega que respeta esa tradición. Mi obligación es cuidar esos vinos y mantener el estilo de González Byass, porque en Jerez cada bodega tiene su propia línea y hay que ser fiel a ella. Silvia, ¿qué valores le ha enseñado su padre para trabajar como enóloga? S.F.: Obviamente la disciplina, pero también la paciencia. Porque hay muchas cosas que las quiero hacer ya y él me calma; me muestra siempre una perspectiva más paciente. A.F.: Son cosas que van unidas a la edad: la impaciencia es habitual de la juventud y la pa- ciencia de la madurez. Ella tiene muchas ganas de avanzar y adquirir responsabilidades pero quizás le cuesta más ver cosas a largo plazo y hay que enseñarla a esperar. Yo siempre digo que el mejor enólogo es capaz de cargarse el mejor vino del mundo y no es capaz de arreglar un mal vino. Eso quiere decir que un error puede estropear millones de litros, es una gran respon- sabilidad. Antonio, ¿aprende usted también de su hija? A.F.: Mucho. Silvia es muy trabajadora, muy impetuosa, y eso es bueno porque no le tiene miedo a nada. Además ella tiene mucha forma-

“Los bares y restaurantes son nuestros mejores embajadores” Silvia Flores

ción tecnológica, con redes sociales y demás, y eso me encanta. Y responde muy bien ante la improvisación; hay veces en una cata que cambio un vino en el último momento y aunque al principio se agobia, sabe cómo actuar. S.F.: Eso lo ha hecho algunas veces y reconozco que en un primer momento me desconfiguro, pero hay que saber tener flexibilidad y adaptarse a esas circunstancias. ¿Es fácil trabajar en familia? S.F.: Fácil no es, porque somos padre e hija y esos roles están muy marcados. Desvincular esos roles en un ámbito de trabajo es complica- do. Él a veces piensa que yo estoy dentro de su cabeza y doy por hecho las cosas. Y luego fuera de la bodega es difícil no hablar del trabajo. A.F.: Mi mujer se enfada y hasta nos lo prohíbe en las reuniones familiares. S.F.: Además nos ocurre que tenemos una forma de ser muy parecida, lo que en algunos momentos es fantástico porque tenemos una compenetración absoluta pero con lo malo tam- bién, cuando chocamos, chocamos. Eso sí, yo soy su ayudante y él es el jefe, así que el gana… A.F.: No siempre (risas). ¿Qué tiene de especial esta saca de Tío Pepe? A.F.: Su naturaleza. Lo bonito es que cada año es diferente y eso es lo que busca el consumi- dor. Es como si cogieras esas 20.000 botas y las deconstruyeras, buscando un equilibrio en nariz y boca, destacando elementos que lo hagan

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