Gurme Sevilla 24-Verano 2022

ENTREVISTA

Aunque vengas por una cerveza siempre acabas pidiendo chicharrones El barrio de San Lorenzo, a pesar de su céntrica ubicación y el trasiego de turistas que tiene, puede presumir de una hostelería tradicional que vive principalmente de la fidelidad de sus parroquianos. Así ocurre en la Bodeguita San Lorenzo, el decano de la zona, que desde 2019 lleva el apellido Ta Plato por pertenecer al grupo que fundó su propietario, el hostelero Ricardo Laguillo. Hasta allí llegan cada día decenas de vecinos, amigos y familiares, como tam- bién se consideran a los miembros de las tertulias cofrades que llenan de ritmo las monótonas tardes de diario. Pero hoy nos detenemos en un cliente en particular: Ignacio López de Tejada, al frente junto a sus padres (Ramón y Mari Carmen) de la Antigua Abacería de San Lorenzo. Él es hostelero y cliente de un barrio al que conoce en profundidad y donde pasa la mayor parte de sus horas. Tal vez por su cercanía, tal vez por la especial relación que Ricardo tiene con su padre, o sencillamente porque disfruta de ese am- biente auténtico que destila este tipo de estable- cimientos. Lo cierto es que a nuestro entrevistado de hoy no le faltan las razones para detenerse con frecuencia en este espacio de la calle Juan Rabadán donde se mantiene todo el sabor de las auténticas bodegas sevillanas. ¿Qué es lo que más le gusta de la Bodeguita San Lorenzo? Es un sitio muy familiar donde paran los parroquia- nos de siempre. ¿En qué momento le gusta venir? Los días de descanso (martes y miércoles) después de hacer las gestiones habituales suelo parar a tomar una cerveza. Aprovecho para quedar con algún ami- - Ignacio López de Tejada

Ignacio López de Tejada

A los cinco años, dice, tiró su primera cerveza. No es de extrañar puesto que sus padres, Ramón López de Tejada y Mari Carmen Vázquez, abrieron la Antigua Abacería de San Lorenzo tres años antes de que él naciera, con lo que se puede decir que echó los dientes tras la barra. Y nunca dudó qué futuro quería para él: el mismo que el de sus padres, puesto que no entendía la vida alejado del número 53 de la calle Teodosio. Allí lleva un poco de todo y le gusta la relación que establece con los clientes, a los que reconoce nada más descolgar el teléfono y sabe qué esquinita debe reservarles e incluso lo que querrán comer ese día. Y como le va la marcha, ahora aprovecha los tres meses de verano que cierra el negocio familiar para llevar el ambigú de una urbanización en Sanlúcar de Barrameda.

go y si no siempre está Ricardo que nunca hace feos y atiende al que llega (risas). ¿Cuál es su rincón favorito? Tengo predilección por la esquina de la barra, aunque también me gusta ponerme fuera. Yo soy de mesa alta y de barra. ¿Qué le gusta beber aquí? Empiezo siempre con cervezas pero también me gusta acabar con una copa de manzanilla. Depende de con quién venga pido una cosa u otra. ¿Y para comer? Las papas aliñás están muy buenas y tam- bién el montadito “Don Tino”, que lleva tomate, lomo, queso cheddar, mayonesa y bacon. Las croquetas las hacen muy ricas, son variadas: de carrillada, cola de toro.

Otra de las tapas que siempre tomo aquí es el revuelto de gulas con gambas y gratinado. ¿Siempre que para aquí se va comido? A veces vengo solo a por un par de cervecitas y sigo, o lo típico de que pasas por la puerta y ves a alguien. Aunque vengas por una cervecita siempre te acabas pidiendo chicharrones. ¿Es este barrio muy de parroquianos? El de aquí sale por aquí. El parroquiano es fiel a los negocios de la zona. ¿Es necesario que se mantenga la tradición frente a toda la modernidad que hay en la Alameda? Hay una frontera clara: Jesús del Gran Poder. Hacia allá todo lo que abre es moderno y hacia aquí es más tradicional. Aquí no tenemos sushi ni wasabi, sino espinacas, habas con choco, pringá...

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