Pasión en Córdoba 20230222

El Señor de la Caridad y la Virgen, en su antiguo paso, en una imagen en que pueden apreciarse los faldones bordados que diseño Jaime Rodríguez Ritton

cuándo, de qué mano aterrizó en el seno de la incipiente cor- poración de San Francisco, na- cida como filial de las Angus- tias. Desde esa responsabilidad iniciaría el ambicioso proceso ornamental que daría identidad y empaque artístico a la flaman- te cofradía que tampoco era aje- na a los vientos ‘imperiales’ que se respiraban. Y de muestra un botón: José Antonio Primo de Rivera, fusilado en Alicante en los primeros compases de la contienda, llegó a figurar como

FOTOS: ROLDÁN SERRANO / VALERIO MERINO

Todo iba a cambiar con el estallido de la Guerra Civil. El caldo de cultivo que presta la exaltación nacional católi- ca servirá para catalizar la fundación de nuevas cofradías. Es el caso de la Misericordia que en 1937 —precisamente el mismo año de la instalación del azulejo de los Dolores— improvisó su primera salida sin contar aún con reglas aprobadas. No quedaba demasiado tiempo para que co- menzara a gestarse la fundación de la actual hermandad de la Caridad en torno al monumental crucificado que en ese momento recibía culto en San Francisco —en la mis- ma capilla en la que ahora se venera a la Virgen del Am- paro— desde que abandonara un siglo antes la iglesia del antiguo hospital de la plaza del Potro, sede de la primiti- va corporación asistencial—que venía sirviendo comoMu- seo de Bellas Artes desde la desamortización eclesiástica. Jaime Rodríguez Ritton ya figuraba como hermano en los tiempos fundacionales —la nueva cofradía peniten- cial se había erigido en 1939 y salió por primera vez en 1940— detentando el oficio de mayordomo según los da- tos que aporta la propia cofradía. No sabemos cómo ni

hermanomayor perpetuo y efectivo en los primeros años. Esa atmósfera no será ajena a la propia fachada de la hermandad que se decantó por los colores rojo y negro—los mismos de la bandera de Falange Española— para sus tú- nicas de nazareno. La decisión hay que ubicarla en los pa- rámetros de una época en la que convenía remarcar per- fectamente la adhesión inquebrantable al espíritu del nue- vo régimen. No hay que olvidar las circunstancias —es un poner—que alentaron la fundación de la cofradía de la Sen- tencia en San Nicolás por un grupo de profesionales libe- rales con antiguas veleidades republicanas que tenían que ser buenos…y parecerlo. Jaime Rodríguez Ritton partió de unos tardíos postu- lados regionalistas —el dragón, los ángeles, la inconfun- dible traza ornamental de raíz renacentista— para crear una cofradía original que hacía guiños a la historia de la antigua corporación asistencial: motivos clasicistas que

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