Pasión en Córdoba 20230222

VALERIO MERINO

Ya no tengo que ver todas y cada una de las cofradías para, cuando llegue el lunes de Pascua, saber que he dis- frutado de la Semana Santa. Me gusta ser más selectivo. Si se me permite la comparación, cuando llega el Domin- go de Ramos ya no salgo de mi casa con la conciencia de quien va a un buffet libre donde tiene que comer de todo para aprovechar el precio que paga. El precio, ahora, es el esfuerzo, el cansancio, la dosificación de la energía. Por eso prefiero salir con la conciencia de quien va a un res- taurante donde sólo quiere degustar los platos más ex- quisitos sin perder el tiempo con los entremeses. No me interesa la variedad del menú, sino la calidad de los me- jores ingredientes. Voy a tiro hecho, voy a ver lo que me gusta, lo que sé que no me ha a decepcionar ni a dejar con

apetito, voy a los platos fuertes y sabrosos, los que −al me- nos a mí− no me han dejado nunca con hambre. Decía ‘San’ Rafael María Cantueso que, de la Semana Santa, «me gusta lo que me ha gustado siempre». Yo añado que a mí, además de lo de siempre, me gusta alguna cosa más. En cualquier caso, lo diré abiertamente: no me gusta todo ni siento la obligación ni la necesidad de que me guste. Cuando uno ha perdido la cuenta de las veces que ha renovado el DNI, ya no tiene ganas de comerse el mundo; bastante tiene con procurar que no sea el mundo el que se lo coma a él. A estas alturas —senectud, divino teso- ro—, sólo me preocupa seguir disfrutando de lo que me gusta y sentir la preocupación por la enorme cantidad de libros que me faltan por leer. O por escribir.

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SENECTUD, DIVINO TESORO

PASIÓN EN CÓRDOBA

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