Pasión en Sevilla Cuaresma 2023

√ «Los dubitativos tuvieron que quitarse el sombrero cuando el Martes Santo estalló aquella estruendosa ovación en la Campana» √ «Iba a las asambleas universitarias para reunir aspirantes y me llamaban fascista, me tiraron por la escalera y me apedrearon» Al final, siendo consciente de lo mucho que se jugaba, la junta de gobierno adopta una decisión. Pero ¿cuál fue la reacción de la Sevilla de la época cuando en oto- ño de 1972 se empezó a extender la noticia de que los Estudiantes se proponía sacar a su Cristo con un gru- po de costaleros hermanos? — Se pueden diferenciar tres grupos: un grupo de cofra- des que estaban ilusionados con la idea y entre ellos re- cuerdo a parte de la junta de gobierno de las Penas de San Vicente, encabezada por Juan Carrero, y de Santa Marta, que venían a los ensayos y nos traían chicharro- nes, vino… diríamos que había un grupo que estaba muy a favor; después estaban los dubitativos, los que decían «buff, ¡vamos a ver esto cómo resulta!». Porque, claro, el universitario tenía fama de todo menos de seriedad: el cachondeo, la tuna y encima en aquella época estába- mos todo el día en la calle pegándonos con los grises… estos eran los dubitativos, que tuvieron que quitarse el sombrero cuando el Martes Santo estalló aquella es- truendosa ovación en la Campana; y después estaban los ‘contra’, que se tuvieron que morder los puños y ad- mitir que ése era el camino. Ni paso eléctrico, ni pasos con ruedas, ni nada. La única solución eran los herma- nos costaleros. —Al final se logró reunir a 36 aspirantes para iniciar los ensayos… —Aquel grupo eramuy heterogéneo. Lamayoría eran uni- versitarios de diferentes hermandades. También había un grupo reducido de jóvenes que no pertenecía a ningu- na hermandad, pero se habían enterado en su facultad o me habían visto amí hablar en algún aulamagna. Tenía- mos entre nosotros a un bachiller, Jiménez Filpo, al que llamábamos ‘El Niño’, que ya ha partido a la Casa del Pa- dre. Teníamos también a un cadete en la Academia del Ejército, que también se enteraría no sé cómo. Y tenía- mos incluso a un extranjero, Vincenzo Battelli, que pro- cedía del Amor, que también era un enamorado del mun- do de los costaleros y también se apuntó. Así, poco a poco, se fue amasando el grupo y se fueron haciendo herma-

nos de los Estudiantes. El Martes Santo todos eran her- manos y todos pagamos nuestra papeleta de sitio, por- que condición sine qua non que decidió la hermandad fue que la cuadrilla de profesionales de Salvador siguie- ra cobrando su importe. Nosotros no veníamos aquí a quitarle el sueldo a los trabajadores. —¿Cómo se desarrollaron los ensayos durante las frías noches del invierno y cómo eran las relaciones con los dos capataces, Salvador Dorado y Manolo Santiago? — Me acuerdo que los ensayos tenían que empezar tarde, a partir de las diez de la noche, porque como estaba la Universidad en la situación que estaba, no podíamos arriesgarnos a sacar el paso porque hubiéramos tenido un conflicto. Entonces, cuando las cancelas de la Univer- sidad se cerraban, sacábamos el paso. Salvador ‘El Peni- tente’ ya era un hombre mayor y estaba en sus últimos años de vigencia como capataz. Pero la cuadrilla tuvo un magnífico director espiritual. Y no me refiero a ningún sacerdote, sino aManolo Santiago. Él se apropió de la idea como si hubiera sido suya, en el buen sentido de la pala- bra, y no le importaba estar hasta las tantas bregando con nosotros, enseñándonos. Y después de acabar los ensa- yos, el hombre, que tenía un (Seat) 1430, llevaba a los cos- taleros que vivíanmás lejos. Metía a siete y ocho en el co- che y los llevaba a sus casas. Los sábados, cuando dejá- bamos a las novias, nos veíamos todos en El Rinconcillo y allí estaba él. Fue ahí donde Manolo Santiago hizo la evangelización de la cuadrilla y nos explicó el significa- do de lo que íbamos a hacer, porque él sí comprendió la magnitud de aquel movimiento. Manolo Santiago ha sido, sin duda, el capataz más espiritual que ha tenido la Se- mana Santa. Amí nunca se me olvidará la labor que hizo Manolo Santiago con nosotros. Y después había un ter- cer capataz, Antonio Santiago, que en el año 73 tendría 14 o 15 años. Fíjate si era un adolescente que a los costa- leros de la delantera les hablaba de usted: «José Ignacio, llámese usted, por favor». Antonio Santiago era un a per- sona tremendamente educada y tuvo una suerte inmen- sa de tener ese padre. Es un privilegiado de haber tenido a su padre junto a él, no ya sólo por las enseñanzas téc- nicas que le haría como capataz sino por la formación que le inculcó como persona. —¿Qué recuerdos se le han quedado grabados de aquel histórico Martes Santo del 73? — Lo primero que me sorprendió era la cantidad de gen- te que había en la calle San Fernando esperando al Cris- to. Eso nunca se había visto. Y recuerdo con especial emo- ción la primera levantá del paso. Lo levantamos con un cuidado y unmimo tremendos. Nunca seme olvidará ese momento. Fue algo espeluznante. También recuerdo que durante el trayecto la gente quería levantar los faldones para comprobar si los que llevábamos el paso éramos de verdad estudiantes universitarios porque no se lo creía. Recuerdo igualmente una saeta al Cristo de AntonioMai- rena en la calle Sierpes que fue impresionante por el sen- timiento con que ese hombre cantó.

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EL CACHORRO NUNCA MUERE

PASIÓN EN SEVILLA

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