Pasión en Sevilla Cuaresma 2023

E n esta Semana Santa van a producirse una se- rie de cambios de itinerarios y horarios bastan- tes significativos, debido al serio problema de organización que constituye ya hoy en día la in- controlada evolución numérica de participantes en los distintos cortejos procesionales. Hace dos siglos, las hermandades penitenciales se esmeraban en incenti- var a cofrades para que se sumasen a sus respectivos desfiles, con el devoto propósito de que estos pudiesen contar con el mayor número posible de nazarenos y lu- ciesen con dignidad. Mientras que ahora, aun tratándo- se del mismo escenario (ciudad y calles), la masificación de hermandades, pasos y número de nazarenos están al borde del desencadenamiento de tumultuosos alter- cados de orden público. En siglos pasados eran muchas menos cofradías, e inferior el número de nazarenos, que conformaban las procesiones de Semana Santa. Bien es cierto que esta festividad religiosa alcanzó un importante auge parti- cipativo en el transcurso del Siglo de Oro, brillante pe- riodo histórico en el que sabemos, por un antiguo cro- nista sevillano, que llegaron a salir hasta treinta y seis cofradías en el año 1636. Distintas medidas de control articuladas por la curia eclesiástica, como las ‘Reduc- ciones de hermandades y hospitales’, diezmaron el nú- mero de corporaciones piadosas. En el transcurso del siglo XVIII, había descendido a una veintena el núme- ro de cofradías que salían por Semana Santa, cuando los días de procesiones se circunscribían fundamental- mente a Jueves y Viernes Santo. Ya en aquellos años del Barroco, nuestras herman- dades fueron obligadas a dirigir sus pasos hacia la Ca- tedral, pues hasta entonces visitaban distintas iglesias cercanas a su sede y llegaban hasta la Cruz del Campo establecida en la actual avenida de Andalucía. En las vísperas de Semana Santa eran ‘Llamadas’ a la Toma de Horas y formación de la nómina con la distribución de días y horarios de las procesiones, a fin de evitar coin- cidencias de cofradías en puntos concretos de sus co- rrespondientes estaciones. De este modo, las autorida- des eclesiásticas y civiles fueron tomando el control de la Carrera, ordenando pasar a todas las procesiones por la Audiencia, el Ayuntamiento, el Palacio Arzobispal e interior del templo catedralicio. En su origen, el recorrido oficial comenzaba en Ale- manes y se alargaba hasta el Salvador. Luego se amplió el principio hasta instalarse en la Cruz de la Cerrajería, ubicada en la confluencia de las calles Rioja con Sier- pes. Y como históricamente había resultado bastante conflictiva la encrucijada de las calles Hernando Colón con la Punta del Diamante, lugar en el que disputaron muchas veces pasar una antes que la otra, se acordó en 1919 ampliar la Carrera colocándose el palquillo para dar la venia en la entrada de la Campana.

Nazarenos ‘alquilones’ Hubo un tiempo en el que las hermandades sevillanas daban dinero para que salieran de nazareno trabajado- res a los que se les proporcionaba su correspondiente túnica penitencial para figurar en la procesión. Joaquín Romero Murube rememoró en su Pregón de Semana Santa (1944) el reducido séquito de nazarenos de la So- ledad, cuando salía el Viernes Santo, en el que partici- paban cocheros de la plaza del Duque como nazarenos que iban cobrando —como los costaleros, acólitos, mú- sicos, capellanes y servidores de la cofradía—, a los que se les conocía con el sobrenombre de ‘alquilones’. Pero no todas las cofradías disponían de un vestuario de tú- nicas en propiedad que pudiesen revestir de cierto boa- to sus cortejos procesionales, por lo que tenían que pe- dirlas en préstamo o alquilarlas a otras hermandades que las tuvieran. En la primera mitad del siglo XVII, la cofradía del Traspaso (Gran Poder) llegó a pedírselas, en alguna ocasión, a la del Cristo de San Agustín, cuan- do todavía residía la primera en la iglesia del convento franciscano del Valle (actual santuario de los Gitanos). Con el paso de los años, languideció la popularidad del

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