ESPECIAL PASIÓN EN CÓRDOBA 2022

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Caridad con el muy personal Jaime R. Ritton, autor de gran parte de su guion. Sus ejemplos se quedaron en sus propias hermandades. Jesús Caído fue una de las primeras cofradías que miró a Sevilla. Primero, con el paso de la Virgen, todavía sin palio, obra de Manuel Seco y con unas dimensiones dis- tintas a las actuales, en 1930. Luego, en 1943, con el del Se- ñor, que la familia Valverde realizó, por petición de la her- mandad, siguiendo el modelo hispalense del Cristo de la Buena Muerte. Y sin embargo, también estuvo presente Málaga algunos años: el mismo palio de Nuestra Señora del Mayor Dolor en su Soledad se amplió y tomó grandes dimensiones, con las caídas sueltas. Rasgos no iguales pero sí parecidos tomaría el de las Lágrimas, y ambos se estrenaron en 1950. También tuvo La Buena Muerte miró por entero en Se- villa para forjar un patrimonio de alta calidad y al poco llegó Ánimas. ¿Era Ánimas lo cordobés? Su estilo, forja- do en cierto tenebrismo barroco, sumó elementos de dis- tintos lugares para hacer algo personal y buscó donde no buscaron otras hermandades. La otra gran personalidad de la Semana Santa de aquel tiempo fue Juan Martínez Cerrillo. El imaginero de Bujalance no sólo realizó a los titulares de las nue- vas hermandades que nacieron en ese momento, sino también enseres, a veces en una técnica insólita en el mundo de las hermandades, pero de mucha tradición en Córdoba: el guadamecí. Con ella llegaron a hacerse dos pasos: el del Señor de las Penas de la Esperanza, que la hermandad todavía conserva y utiliza para algu- nos cultos, y el palio de la Virgen de la Amargura. Am- bos dejaron de salir en la década de los 80. También el camarín de la Paz, donde la Virgen continúa recibien- do culto.

Córdoba llegó al año 1937, el de su definitiva configu- ración, con menos de una decena de hermandades y po- cos enseres cruzaron aquella frontera y han llegado has- ta hoy. En aquel año se sumó una cofradía, la Misericor- dia, que tendría que anunciar muchos cambios en los años siguientes, y que el Miércoles Santo ya pidió la venia, ges- to insólito, al llegar a la carrera oficial, y se estrenaron dos piezas de época. Una, el paso de la Virgen de los Do- lores, continúa saliendo hoy. La segunda, el palio de las Angustias, pasó en 1958 a ser de la Piedad del Prendimien- to, pero marcó una época porque era el primero después del intento, por pocos años, de la hermandad de los Do- lores en el siglo XIX. El primero era un paso pequeño, como los que se ha- cían en la Sevilla de aquel entonces, y el segundo desme- suradamente grande, pero ambos tenían en común la ochava, corriente en muchos pasos de la época, y que el trono de la Señora de Córdoba todavía mantiene. Sobre él, la Virgen va en la peana del siglo XVIII, tal vez un sím- bolo de dos épocas distintas que se superponen. Nunca se ha alterado el conjunto desde entonces. Las cofradías se multiplicaron en Córdoba desde esos años, pero la Se- mana Santa siguió buscando su estética más fuera que dentro, cuando podía. La Semana Santa se había empezado a renovar en to- das partes desde el siglo XIX y sobre todo en las prime- ras décadas del siglo XX buscando nuevos estilos. ¿Qué sucedía en Córdoba? En teoría las hermandades iban na- ciendo y haciéndose, pero en aquellos años hubo pocas cofradías que ya tuvieran una identidad consolidada. Las Angustias lo hizo con el lápiz de Manuel Mora Valle, la Misericordia con la inspiración de Rafael Díaz Peno y la

A la izquierda, la peana de la Virgen de las Angustias, realizada en 1771, que fue su paso durante bastantes épocas. En el centro, los tabardos de la Caridad. A la derecha, el Cristo de la Salud, el pasado Lunes Santo, sobre una peana antigua restaurada

RAFAEL CARMONA

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PASIÓN EN CÓRDOBA

IDENTIDAD CORDOBESA: RETAZOS QUE SOBREVIVEN DE UNA PIEL ANTIGUA

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