GURME Sevilla 33 Otoño 2024
Mano a mano
Mano a mano
El Puente de Triana nos sirve de nexo para esta apete cible entrevista. A una orilla se ubica un lugar tan añejo como Las Golondrinas de Antillano Campos, que gestio na desde hace décadas la familia Arcas y sigue siendo el buque insignia de su nutrido entramado de negocios. En la otra orilla nos topamos con un reciente Doña Emilia, la última aventura de la familia Mayo con la que rinden homenaje a la matriarca de la casa, que ya acumula 60 años de éxitos y un acertado salto a la capital desde su original base de Los Palacios y Villafranca. José Manuel Mayo y Mercedes Arcas hacen un parénte sis en su ajetreado día a día para sentarse con nosotros a charlar de sus familias y de hostelería, de gestión, de tradición y de la necesidad de reinventarse cada jornada para seguir siendo referentes en un sector que conocen desde que alcanzan sus recuerdos. Mercedes Arcas: Para mí la principal lección es que un lunes es igual que un domingo, hay que estar siempre al pie del cañón. Nuestros padres nos enseñaron que un negocio es huérfano y hay que estar pendiente de él cada día, hay que mimarlo y quererlo, pensar que sin ti no son nada. José Manuel Mayo: La constancia. Eso es lo fundamental para nosotros porque si eres persistente las cosas salen mejor y eso es lo que nos han enseñado nuestros padres y lo que ellos aprendieron de nuestros abuelos. ¿Qué historia tienen detrás sus respectivos negocios? M.A.: Mi padre siempre ha trabajado en bares de Sevilla. Se enamoró de Las Golondrinas y comenzó allí su histo “Nuestros padres nos enseñaron que un negocio es huérfano y hay que estar pendiente de él cada día” Mercedes Arcas ¿Qué han aprendido de sus mayores para saber gestionar los negocios?
ria como hostelero aunque el motor de aquello fue realmente mi madre, Beatriz Peñalver. Ella aprendió todo lo necesario para llevar el bar, yo era entonces muy pequeña y recuerdo que me tenía que subir a una caja de refrescos para poder atender. Lo que sí es cierto es que el crecimiento del grupo se produjo de la mano de mi hermano mayor, Paco Arcos, que cogió las riendas del negocio junto a mis otros hermanos (Pepe y Carlos) hace poco más de 15 años cuando mi padre se retiró. Mi madre sigue siendo fundamental y aportando su pincelada diaria, a pesar de su edad a ella le gusta seguir haciendo
las alcachofas, la punta de solomillo, el caballito o el aliño de zanahorias. Y barre la acera cada mañana porque dice que no puede una servilleta de Las Golondrinas ensuciando la calle. J.M.M: Mis abuelos abrieron Manolo Mayo en 1963 y en aquella época era más bien una venta de carretera. Cuando mis padres y mis tíos co gieron el relevo lo convirtieron en un restaurante y le añadieron un hotel, además de empezar con un salón de celebraciones que acabó derivando en la creación de un catering. En el año del Co vid nos dimos cuenta de que no podíamos tener todos los huevos en la misma cesta, teníamos ganas de venir a Sevilla y era el momento. Que ríamos hacerlo despacio, con un sitio pequeño, pero surgió la oportunidad del Hotel Bécquer y no la dejamos pasar.
¿Tienen garantizada la continuidad de la saga familiar? Mercedes Arcas: La familia Mayo tiene la suerte de que ya está en manos de la tercera gene ración y todos se han formado para tomar el relevo. Ése es el gran vértigo que tenemos no sotros. Uno de mis sobrinos ya está trabajando en el negocio pero la mayoría son pequeños y te preguntas si algún día querrán continuar con lo que con tanto esfuerzo nos está costando. Mis hermanos y yo nos hemos criado detrás de una barra, conocemos el negocio desde que somos niños y nos gustaría tener la gran suerte que ha tenido la familia Mayo, tener una tercera generación tan bien preparada. J.M.M.: Yo he estudiado hostelería porque me he criado dentro de un bar, recuerdo que de niño
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