GURMÉ Tío Pepe
Gente en Rama
Gente en Rama
¿Cómo es Emilio Vara detrás de la barra? Estudio mucho la situación y soy natural. La ma- yoría de los que vienen aquí son parroquianos míos y me conocen. Es importante ser sereno y ganarte al cliente poco a poco. Es como una fae- na en el ruedo que poco a poco te vas llevando a tu terreno. Me gusta especialmente la persona rara que llega a la defensiva. Me gusta tratarla, mirarla a los ojos fijamente y eso da siempre seguridad. Es importante que el cliente se sienta atendido y si en ese momento no puedes, mi- rarla y decirle “en un minuto vuelvo” y volver en ese minuto para atenderla como se merece. Es- tamos viviendo una hostelería de la rapidez, de querer atender a seis clientes a la vez. Y el que viene a tomarse un vino no tiene prisas, quieres estar tranquilo y que te atiendan sin prisas. Cada cliente necesita su tiempo. Es un profesional de retos, dice que le gusta cuando llega un cliente serio y difícil… Así es, y me gusta hacerle sonreír porque de cada persona siempre saco la parte positiva. Hay que pulir las aristas con tacto y cariño. Le he llegado a sacar una sonrisa a personas que parecían imposibles. Cuando llega alguien con muchas exigencias no puedes dudar, hay que mostrar seguridad porque si no te comen. Y como corras, más te piden. Si el camarero va sereno y seguro el camarero se siente muy a gusto. Casa Moreno además de ser un sitio muy sevillano es también parada imprescindible para mucha gente de fuera. ¿Qué cliente es más especial? El de fuera viene con ganas de agradar, mientras que el sevillano viene de paso, está más acos- tumbrado y conoce todo esto. El que llega de fue- ra está de viaje y está predispuesto a pasárselo bien, eso se nota: no tiene prisa y estando aquí ya se siente a gusto, mientras que el sevillano como domina esto puede llegar a ser más exigente o
tiene menos aguante. Es como la Feria, si la caseta está llena de gente para ti a lo mejor es una pesadez pero el que viene de fuera estará encantado con esa bulla. ¿Qué es lo mejor y lo peor que tiene en su día a día? Lo mejor, el cariño de la gente, que el cliente se vaya contento porque ha esta- do bien contigo. Lo peor, las prisas que trae todo el mundo, sobre todo desde la pandemia está llegando todo el mundo muy acelerado. Veo que hay mucho estrés, llegan y quieren comer y beber pronto y hay menos paciencia. Por eso repito tanto lo de la calma y la serenidad y procuro transmitirlo en las comandas,
porque llega quien te pide 50 montaditos en un momento y yo los sirvo a mi manera y sin agobios. Antes se iba a los bares a copear y a hablar, ahora se va a comer mucho y beber mucho pero no se aprecian tanto ni la comida ni la bebida. Nos falta esa pausa que hay en Sudamérica para todo. Las barras son un termómetro de la sociedad, ¿se nota más estrés últimamente? La barra vibra últimamente y la gente llega más estresada últimamente. Especialmente en la banca y en los trabajos en los que presionan mucho al trabajador. Llega el viernes y vienen corriendo a tomarse unos cuantos botellines seguidos del estrés que han tenido durante la semana. La gente se transforma el viernes, da
pena que tengan que esperar ese día para ser felices. ¿Por qué no serlo un lunes a las 4 de la tarde? El desayuno se me triplica los viernes y personas que los lunes ni te miran a la cara los viernes hasta te piden un botellín para desayu- nar en vez de un café con leche. Voy a reclamar al Estado que me regale los domingos por la tarde, porque es el día que yo descanso y cuan- do salgo a pasear está todo cerrado, te sientes como perdido. ¿Por qué? Porque todo el mundo empieza el fin se semana desde el jueves por la tarde hasta el domingo al mediodía, cuando parece que se acaba el mundo y empiezan los deberes, las lavadoras, las preocupaciones. La gente no disfruta el domingo por la tarde, y yo recuerdo de pequeño que precisamente era cuando todo el mundo salía a tapear.
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