Gurmé Córdoba 13-Otoño-Invierno 2022

ENTREVISTA

A pesar de su juventud, Paco López es un auténtico psicólogo de barra. Lleva toda la vida en La Cávea, escuchando y atendiendo las necesidades de cada cliente. “Los habi- tuales se desahogan con nosotros y nos cuentan cosas que no saben ni sus familia- res”, comenta. No obstante, como apunta su padre, Salvador López, “el bar es un confesionario: nosotros tenemos que oír y callar”. ¿Cuántos años lleva detrás de esta barra? Llegué a La Cávea con 8 años en 1996, cuando mis padres empezaron a regentar este bar, que entonces era un local más pequeño y que han sacado adelante poco a poco y con mucho esfuerzo. En verano muchas veces juntaban dos sillas y mi hermana María Dolores y yo nos tumbábamos allí a dormir, hasta que cerraban y nos íbamos a casa. Más adelante, mientras estudiaba, me puse a ayudarles y sigo traba- jando aquí, asumiendo cada vez más funcio- nes. Mi hermana continúa también y se encar- ga de la cocina. Tiene 33 años. ¿No se ha planteado dedicarse a otra cosa? No era un mal estudiante y podía haberme dedicado a otra cosa, pero siempre me ha gus- tado y me gusta la hostelería. Me gusta mucho atender a los clientes y la cocina me encanta, aunque mi hermana lleva esa parte. Llevo este oficio en el ADN y no me planteo dedicarme a otro trabajo a pesar de sus inconvenientes y de haber vivido la crisis de 2008, la del Covid-19 y la actual, con la subida de la luz y el precio de las materias primas por las nubes. Tiene dos niños pequeños: ¿Le gustaría que continuaran con este oficio? No me importaría. Pero si lo hacen, me gusta- ría que tuvieran estudios de hostelería, que es algo que en su día no hice y con el paso del tiempo echo en falta. ¿Qué es lo que lleva mejor y peor de este tra- bajo? Lo que más me gusta es el contacto con la

gente. Y lo que menos, el papeleo que exige la gestión del local (se ríe). Eso se lo dejo a mi padre. Yo prefiero estar a pie de calle. ¿Qué tipo de público viene a La Cávea? Un público diverso. Aquí se acercan vecinos del barrio que me conocen desde niño, perso- nas de otras zonas de Córdoba, turistas nacio- nales y extranjeros, empresarios del centro que entre semana vienen a comer, e incluso ministros. Cada persona tiene unas necesida- des y procuro atender las de unos y otros. En un lugar tan especial, junto al Museo Arqueológico de Córdoba, alternará el oficio de ‘psicólogo de barra’ con el de ‘guía turísti- co’... Pues sí. Los clientes habituales se desahogan conmigo y en ocasiones me cuentan cosas que no saben ni sus familiares. Al final, cuando lle- vas tantos años detrás de la barra, se convierten en amigos. Y si pasan unos días sin que vengan por aquí, les llamo a ver cómo están. Por otro lado, vienen muchos turistas que nos pregun- tan qué pueden ver, cómo se llega a la Mezquita-Catedral o dónde pueden aparcar. Conozco bien el barrio, porque me he criado aquí y porque los días que libro me dedico a pasear por sus callejas con mi mujer y mis hijos. Y me gusta ayudar a la gente y tratarla como yo quiero que me traten a mí cuando viajo. ¿La ubicación, en la Plaza de Jerónimo Páez, es un punto a su favor? La plaza no se parece en nada a la que había hace 25 años. Cuando llegaron mis padres en 1996, esta zona se conocía más por lo malo que por lo bueno. La gente se juntaba aquí para beber y para tomar cosas peores, y ni los propios vecinos se atrevían a salir. Recuerdo que el primer día en el bar, con 8 años, cogí a mi hermana de 4 de la mano y no la solté en toda la noche. También pasamos una década con la zona en obras, lo que afectó mucho al negocio, porque el local es pequeño y tiene poco espacio interior de comedor. Ahora tene- mos un entorno fantástico y un Casco Histórico único, aunque mejorable porque hay elementos que se están dejando.

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