Pasión en Córdoba 20230222

pasado. Se tomó en torno a 1890 en el interior de SanAgus- tín y retrata a la Virgen de las Angustias sobre su histó- rica peana, elevada sobre una sencilla parihuela ilumi- nada por unos candelabros, apenas ornamentada con una sencilla celosía que sigue dando pistas de aquella ce- lebración que pugnaba por recuperar los esplendores des- pués de las oscuridades del XIX. Ojo: esa peana había sido realizada en el corazón del siglo XVIII, espacio temporal que contempla el canto del cisne de la primitiva Semana Santa de Córdoba. La cofradía de San Agustín, como el Nazareno, también había soñado con unas andas de pla- ta. Iban a ser sufragadas por Andrés de Armenta, un rico labrador que había sido elegido hermano mayor en 1763. Murió cuatro años más tarde deteniendo el ambicioso proyecto que fue sustituido por la citada pieza —la mis- ma sobre la que se eleva la imagen hoy en día en su capi- lla— formando parte de un conjunto de andas encarga- do al tallista Diego Fernández, que lo concluyó en 1771. En el mismo espacio temporal hay que fechar otras dos peanas que formaron parte de la fiesta primitiva. La de los Dolores, estrenada en 1779, está indisolublemen- te unida a la presentación pública de la Señora de San Jacinto erigiéndose —como la del Nazareno— en una de las reliquias vivas más valiosas de la celebración tardo- barroca. Como en el caso de las Angustias se integró en una parihuela en el siglo XVIII que sería sustituida por los sucesivos pasos con los que ha contado la cofradía —hubo hasta uno de palio— desde la segunda mitad del siglo XIX, en coincidencia con la recuperación de la ce- lebración, hasta llegar al actual trono de Armenta que sale desde 1937. Es el mismo caso, cada vez mejor ubicado, de otra va- liosa pieza que custodia la hermandad de la Misericor- dia. Se trata de la peana que el antiquísimo crucificado comparte con la imagen de Nuestra Señora de las Lágri- mas, antigua titular de la corporación rosariana de los Dolores que agonizó en la parroquia de la Magdalena en la centuria decimonónica. La íntima tradición oral de la hermandad del Miércoles Santo adjudicaba a esa perdi- No había patas; aquellas angarillas se apoyaban sobre unos guizques rematados en una U metálica para descansar en las paradas, como sigue pasando en Lucena Como las Angustias, la Virgen de los Dolores tiene una peana del siglo XVIII que se ha ido integrando en los distintos pasos en que ha procesionado la Señora ∑∑∑

da congregación la propiedad de pieza rococó. Pero la tesis doctoral de Juan Carlos Jiménez iba a dar un vuel- co a esas suposiciones al documentar la relación del gre- mio de los alarifes cordobeses con la primitiva cofradía del Santo Crucifijo y San José en la ermita de la plaza de la Magdalena. El enigmático compás que campea en una de las cartelas de la peana —presente en la ornamenta- ción de la antigua capilla de la cofradía del Crucifijo— daba cédula de identidad a la pieza que, con absoluta se- guridad, sirvió para procesionar alguna de las imágenes de aquella cofradía que salía a la calle en la tarde del Jue- ves Santo. Aranda Doncel ha trazado a grandes rasgos como debían salir aquellas primitivas cofradías, proce- sionando varios pasos de reducido tamaño en los que no faltaban imágenes como la Verónica o Santa María Mag- dalena que también salían en los cortejos del Nazareno, el Santo Crucifijo, la Sangre o la Pasión de Cristo. El mismo investigador ha desvelado datos de aquella Semana Santa barroca en la que, por ejemplo, la cofra- día de la Soledad sacaba a la calle una ‘canina’ muy si-

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PASIÓN EN CÓRDOBA

UNA SEMANA SANTA EN PARIHUELAS

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