Pasión en Córdoba 20230222

L A niña Maribel Gómez llegaba a casa del colegio y al ir a merendar encontraba a su madre y a su abuela haciendo cera rizada para la Virgen de la Esperanza. No eran profesionales, sino herma- nas. Juan Martínez Cerrillo había hecho moldes con pa- tatas que repartía por las casas de los cofrades y allí ha- cían las campanitas en una época en que la cera rizada no abundaba en las cofradías de Córdoba y tampoco ha- bía abundancia para comprarla. Maribel las veía y ense- guida quería hacerlo, igual que ellas. Al cabo de unos días volvía Cerrillo con más moldes de patatas, porque dura- ban muy poco. Otros días iba con su familia a Santa Ma- rina o al claustro del convento de Santa Isabel para pre- parar los cirios, y su madre tenía que pedirle paciencia cuando se ofrecía a ayudar: «Cuando tengas más edad, que ahora eres chica». La joven Maribel Gómez fue creciendo y seguía ayu- dando en su hermandad. La Esperanza se ha- bía fundado en 1939 y al año siguiente ya es- taban sus padres y su familia. «Antes la Igle- sia no exigía estar bautizado; nos apuntaban en el Registro Civil y para dentro», dice. Con- forme fue creciendo iba asumiendo más ta- reas en la Esperanza, que entonces era «una familia grande, con mucha unión, y con mu- cho trabajo que se repartía». No había dinero ni grandes medios, pero si inspiración y ganas de mejorar todos los años. Ha pasado la vida en la Esperanza y la habrá visto cambiar en que haya mejorado en el pa- trimonio y en que ahora haya muchos más her- manos, pero no en la esencia de hermandad de bulla, popular, abierta. «La Esperanza nunca te defrauda. Sabes lo que te vas a encontrar», re- sume. De los orígenes insiste en recordar que su carácter de hermandad de los gitanos era real, aunque «haya gente que ahora diga que era una invención». «Siempre nos contaban que cuan- do la cofradía volvía a Santa Marina había mu- chos gitanos que eran hermanos y que la espe- raban. Al encerrarse le cantaban saetas y les da- ban las tantas», defiende. En los periódicos antiguos se hablaba de la hermandad de los gitanos y en los primeros documentos había gente que se apelli- daba Heredia o Reyes. Maribel era curiosa y observadora. Aprendía. Su madre era camarera de la Virgen y Juan Martí- nez Cerrillo casi de la familia. «Lo recuerdo con mucho cariño. Era tan cercano que a veces venía a pasar Nochebuenas y Nocheviejas a mi casa fa- miliar. Era muy entrañable, muy gracioso, tam- bién terrible cuando se enfadaba, y trabajó mu- cho por la hermandad». Conforme crecía, iba a la hermandad sola, sin sus padres, e iba asumien- do más tareas: limpiaba la capilla, algo de costu- ra, y le gustaba estar al lado de Juan, que le pedía

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PASIÓN EN CÓRDOBA

MARIBEL GÓMEZ: «LA ESPERANZA NUNCA TE DEFRAUDA»

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