Pasión en Córdoba 20230222
de los ciegos, el tuerto era el rey. Se miró entre las cama- reras, la que más sabía era yo y me escogieron», dice. La de vestir a la Virgen era y es una tarea que hacen varo- nes, pero ella se atrevió con la Esperanza y estuvo 34 años. Con el mismo método que hasta entonces: la observa- ción. Estaba pendiente de lo que hacían los demás en Córdoba y en Sevilla. «Aprendía y tomaba nota de las ten- dencias, porque en esto también hay sus modas. Más pli- sados, menos plisados, más rectos, menos rectos, más ceñidos, más de pico. Cuando veía cómo lo habían hecho en otros lugares, lo intentaba», cuenta. No se ocupaba de varias imágenes. Sólo de la Espe- ranza, porque entiende el pertenecer a la hermandad como un servicio permanente. Y aunque disfruta mucho de la Semana Santa en la calle y es muy fácil encontrár- sela en una bulla cualquier día, no pertenece a otra her- mandad: «Soy de la Esperanza porque me gusta traba- jar enmi hermandad, y si tienes muchas no puedes abar- car a todas». Desde aquellos primeros años junto a la Virgen de la Esperanza le acompañaban mucho Carmen Guzmán y Olga Caballero, luego hermana mayor y pre- sidenta de la Agrupación de Cofradías, que se ocupaba de vestir al Señor de las Penas. La joven Maribel Gómez veía cómo en su casa, el Do- mingo de Ramos, se vestían de nazarenos su padre, su hermano, su tío y sus primos. Hasta la década de 1970 las mujeres no podían vestir la túnica y ella y su madre los veían marcharse y se iban un poco más tarde, porque ni a la iglesia las dejaban entrar. Estaba «de correveidi- le, para ir a la iglesia a por incienso si se terminaba, o por si faltaba agua para los costaleros». Como le gusta ayu- dar, lo hacía, pero tenía otra inquietud. Maribel quería salir de nazarena, como sus hermanos, como otras muchas mujeres cofrades de la Córdoba de aquel tiempo. Un año predicó unos cultos en la Esperan- za, todavía en Santa Marina, Antonio Gómez Aguilar, el recordado párroco de la Trinidad y consiliario de la Agru- pación de Cofradías y ella, que tenía buena relación con el sacerdote, le preguntó por qué las mujeres no podían salir de nazareno. «Don Antonio me dijo que lo hiciera de tapadillo, como lo habían hecho otras muchas muje- res, pero yo quería que fuera con todas las de la ley, no de esa forma», revela. Lo permitieron por fin a principios de los años 80, cuando empezaba a vestir a la Virgen. El Obispado de Maribel Gómez, ante la Virgen de la Esperanza y el Señor de las Penas en San Andrés. En el centro, en los años 50, junto a sus primos José María y Jorge Cantos y su hermano Pío, cuando la cofradía se formaba en la Merced. Debajo, vistiendo a la Virgen con su nueva toca en 1997
cosas. Planchaba un encaje, se encargaba de alguna ta- rea y se integró en el grupo de las camareras, como su madre. No hubo que enseñarle. Aprendía mirando a Ce- rrillo vestir a la Virgen: «Era muy habilidoso. Si miras los tocados que hacía, con cuatro alfileres marcaba el ros- tro de la Virgen de una forma que se veía lo que se tenía que ver. No los trabajaba mucho, no los hacía muy plisa- dos, pero sí dejaba muy enmarcada la cara, que era lo que tenía que destacar. Lo conseguía con muy poquito». Entre 1979 y 1980, ya en San Andrés, la hermandad le pidió que se ocupara de vestir a la Virgen. «En el reino «Sólo soy de la Esperanza porque lo que me gusta trabajar por mi hermandad, y si tienes muchas cofradías no puedes abarcarlas a todas» «Veía salir de mi casa a vestidos de nazarenos a mi padre, mi hermano, mi tío y mis primos y yo quería. Peleamos mucho y lo conseguimos. La experiencia es preciosa»
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MARIBEL GÓMEZ: «LA ESPERANZA NUNCA TE DEFRAUDA»
PASIÓN EN CÓRDOBA
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