Pasión en Córdoba 20230222

Madre, yo hago nuevas todas las cosas

POR ESTRELLA FERNÁNDEZ-MARTOS

demos soñar con atravesar tiem- po y espacio, para suavizar las lla- gas abiertas por aquellos látigos y aquellas espinas, cubrir delicada- mente su expuesta desnudez, en- jugar su sudor y beber las gotas de sangre y agua que goteandesde sus ajados pies. Tratar, en definitiva, de sanar de lejos, sin zaherir lo ya herido, y sin añadirmás dolor a su dolor. Una constante en la vida cristia- na y cofrade es la rememoración, única y cíclica, de lo que permane- ce enel tiempo. Yenesta anual con- memoración de azahar, rosario de tradiciones y liturgias, con oracio- nes y papeletas de sitio, inciensos y ciriales, buscamos consolar a su Madre con nuestra torpe dulzura, cubriéndola de encajes y sedas y terciopelos bordados, envolvién- dola en música y luz. Gestos apa- rentemente inútiles, mas necesa- rios, a pesar de que nada de lo que hagamos menguará un ápice ese inabarcable dolor que le atraviesa

U NA de las críticas habituales almundo cofrade es nues- tra supuesta exaltación del dolor de la Pasión de Cris- to, como si de un espectáculo gore se tratara, entre cruces y nazarenos, titulares y misterios. Dejando a un lado a los que lo afirman por componentes ideológicos, esta crítica conecta con un elemento común a todos los seres hu- manos con unamente y una psiquemedianamente sanas. Y es que, al ser humano, el dolor le espanta. Le produce rechazo por muchas razones: porque no se entiende, duele verlo, nos estre- mece... Es un dolor que no abarcamos. Ni siquiera los cofrades, pormás que estéticamente nos empeñemos en asomarnos a él. Nuestra resistencia natural amirar de frente el desabrigado dolor humano nos empuja a cubrirlo con reverencia y ternura, engarzando con otra de las hebras que también nos conforma como personas: el sufrimiento nos mueve amisericordia para con el que sufre. Pero al sabernos impotentes ante la brutali- dad del sufrimiento por el que transita el que padece, solo po-

el alma. Porque sabemos también que, mientras la acompaña- mos impotentes por la calle de la Amargura, nos encontrare- mos con su Hijo, que nos anuncia desde el Apocalipsis que. en estos días, Él hace nuevas todas las cosas. Los seres humanos necesitamos prender de nuestra histo- ria personal, de nuestros sentidos, aquellos hechos concretos de los que arranca también la historia de nuestra salvación. Po- sarlo en nuestros hombros, nuestras emociones y razón, de modo que notemos hoy lo que pasó ayer, lo que se cumpliráma- ñana. E izarlo todo con la belleza de la que somos capaces, que esmucha. Porque la belleza es el canasto y respiradero que nos permite convivir entre el dolor y el amor, la desesperación y la esperanza, el cansancio y el consuelo. Mientras tratamos de zurcir con delicados encajes el brutal desgarro del velo del Tem- plo que nos abrió definitivamente las puertas del Cielo. Para que podamos volver a escuchar a Cristo que, también esta pri- mavera, Él hará nuevas todas las cosas.

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MADRE, YO HAGO NUEVAS TODAS LAS COSAS

PASIÓN EN CÓRDOBA

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