Pasion en Sevilla 145 noviembre 2023

Memoria

Cristo de la Salud

POR FRANCISCO ROBLES

A Miguel Ángel Moreno

El sol es, paradójicamente, el astro que ilumina todos los resquicios de la tarde. El paso de misterio está ins crito más allá del tiempo, por encima de trilogías incom prensibles para el hombre que lo mira desde su sitio en la bulla, desde el vértice que todo lo aglutina en los per files callados de la mirada. De todas las figuras que com ponen el calvario, hay una que lo dice todo sin apenas musitar nada. El Hijo del Hombre duerme plácidamen te, ajeno al río que terminará llevándonos como sola mente él lo sabe. Su sueño es demasiado profundo para ser comprendido. Por eso el Cristo de la Salud está y no está, respira débilmente y a la vez aparece colgado de la cruz, serenamente. Por eso nos parece muerto. Los viejos toneleros salen a la calle, van envueltos en el ropaje desgastado de unas túnicas traídas de la me moria. A las cuatro de la tarde, cuando la luz se empie za a desgastarlo todo, miran desde el otro lado del an tifaz del tiempo. No se sabe si el hombre que porta el ci rio es de hoy o viene directamente de una época que ya no existe, si las manos femeninas son de nuestros días o se han encajado aquí como si esto fuera el eterno jue go de la sombra. Suenan los tambores más apagados, más lejanos que el mismo redoble que nos acompaña. Y quedamos ahí, solos y mudos, inermes ante la situa ción de desamparo. Menos mal que el Crucificado nos salva con su pre sencia. Y nos ampara con el reflejo apagado de su cuer po. Está dormido, soñando con nuestra propia vida. No sotros, vestidos para la ocasión, solo podemos seguirlo, como si fuera el último barco de la marea. Vemos cómo se va, muy despacio. Pero algo suyo queda indefectible mente anclado en nosotros. Entonces podremos decir que Cristo vive dentro de mí. Si encima es el de la Salud de la Carretería…

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