Pasion en Sevilla 149 mayo 2024

La carreta del Rocío de Triana pasando por la capilla del Patrocinio

ra amistad Ignacio Gómez Mi llán. Junto a él asesoraban ar tísticamente entonces a la her mandad un elenco de artistas relevantes como Joaquín Bilbao, Adolfo López, el orfebre triane ro Jorge Ferrer y el mismísimo Aníbal González. A inicios del decenio de 1920 participó directamente en la su pervisión de la redefinición es tética del cortejo y toda la co fradía del Cachorro, aunque la ejecución de buena parte de los bordados los materializara Olmo siguiendo el diseño de Herminia Álvarez Udell. Igna cio Gómez Millán proyectó úni camente el bordado del techo de palio de la Señorita de Tria na y los dibujos de las insignias

tanear el trabajo de la farmacia con su labor artística durante más de una década, Ignacio se hace de unas ga nancias que le permiten adquirir en copropiedad la Far macia del Correo, establecida en la calle Sierpes, junto a su socio Juan Fernández Jerez, el año 1936. Del Patrocinio a San Jacinto Los comienzos del recorrido artístico de Gómez Millán se inician en la cuna de sus padres, Triana, y simulan transitar un camino romero idéntico al andado, un siglo antes, por el matrimonio de la calle Castilla formado por don Francisco Antonio Hernández y doña Carmen Ta mayo, distinguidos cofrades y bienhechores del Cacho rro, encargados, además, de constituir la filial rociera tras la romería de Pentecostés en 1813. Hicieron enton ces un piadoso peregrinaje desde el Patrocinio hasta la Cava, donde se estableció canónicamente la filial rocie ra en la iglesia conventual de San Jacinto el año 1817. En los dos casos con la veneración conjunta hacia ‘Popá’ y ‘Momá’, denominación popular con la que también eran conocidos en el barrio el Cristo del Cachorro y la Virgen del Rocío. Las mismas devociones predilectas de un gru po de personajes influyentes que formaban parte de la élite económica del barrio en las décadas de 1920 y 1930 integrada, entre otros, por los Astolfi, los hermanos Da niel y Armando Herrera, apoderados y representantes también del torero Juan Belmonte, ilustre cofrade y gran benefactor del Cachorro, con quienes estrechó verdade

del Sinelabe (1922) y el Mediatrix (1927), confeccionadas ambas en el taller de José Caro, bajo la dirección técnica del propio Ignacio. Se especializó en la traza de insignias corporativas debido al gran impacto y excelente resul tado que cosechó con estas dos primeras realizadas para Triana, barrio de gran tradición artesana y alfarera en el que bebió como artista de los innumerables dibujos de azulejos cerámicos, muchos de ellos conservados en el Alcázar, en donde tuvo que jugar mucho don Ignacio, cuando niño, mientras su padre ejerció como arquitec to titular del gran monumento sevillano. Ejercitante y filántropo Ignacio no llegó a casarse, formaba parte de las juven tudes católicas del momento y se quedó soltero entrega do a un celibato que ocupó plenamente con incesantes ejercicios religiosos, como los dirigidos en 1930 por el venerable padre jesuita vasco, don José Antonio de La buru Olascoaga, quien también había sido estudiante de farmacia en Madrid, a partir de cuya experiencia se con virtió en fiel seguidor suyo. Al fallecer su madre, Igna cio tomó gran empeño por ayudar al necesitado en cla ro homenaje a la entrega que ella siempre había dispen sado a los más vulnerables. Después de la proclamación de la Segunda Repúbli ca española en abril de 1931, es cuestionada la enseñan za religiosa en colegios públicos y se suscita una gran tensión entre el gobierno republicano y la Iglesia. En

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